Amor con tropiezos

Mi novia es igual de torpe que yo. No nos pusimos de novios por eso, claro, pero descubrimos que teníamos esa característica en común una vez que los dos, caminando juntos, nos tropezamos con la misma baldosa. Pero ninguno de los dos se cayó, porque ambos tenemos experiencia en tropezarnos sin caernos.
Es probable que para los demás resulte divertido vernos caminar juntos. Muchas veces vamos de la mano, pero no para sostenernos uno al otro sino para expresar nuestro amor. Ir de la mano, en realidad, es una desventaja, porque no siempre nos tropezamos al mismo tiempo. Entonces puede ocurrir que el tropiezo de uno haga tambalear al otro.
Lo que nos hace tambalear, en realidad, es la reacción ante los tropiezos. Si ella se tropezara y se fuera a caer, yo tendría la oportunidad de sostenerla gracias a que la llevo agarrada de la mano. Pero, en cambio, lo que hace ella (o lo que hago yo cuando me toca) es recuperarse mediante complejas maniobras tendientes a mantener el equilibrio. Pero estas maniobras son inesperadas para el otro, que de repente se encuentra con una fuerza que actúa sobre su mano.
Básicamente, cuando ella se tropieza yo siento como si mi mano se tropezara. Y sé manejarme cuando me tropiezo con el pie, pero con la mano es una experiencia nueva. Ha pasado varias veces que ella se tropezara y yo me cayera, y viceversa.
Así que lo que hicimos fue establecer un código. Ahora, cuando cualquiera de los dos se tropieza, lo primero que hace es soltar la mano. Así puede dedicarse a los esfuerzos necesarios para no caerse, sin tener que pensar en la posibilidad de hacer caer al otro.
Una vez recuperado el equilibrio, volvemos a tomarnos las manos, contentos de haber sorteado un nuevo obstáculo.