Cadena de bicicleta

Siempre encontré conveniente no dejar la bicicleta al alcance de cualquiera. Por eso, cuando no tengo más remedio que estacionarla en la calle, uso una cadena con llave para dificultar que me la roben.
Ese día hice exactamente eso. Pero cuando volví, me encontré en una situación extraña. La bicicleta estaba ahí, nadie se la había llevado gracias a que estaba protegida por la cadena. Cuando la fui a abrir, la cadena empezó a sacudirse. Me costó dar vueltas a la llave, pero lo logré. En ese momento, la cadena pegó un salto enorme y se alejó varios metros.
No se quedó en eso. La cadena se alejó de mí reptando. Formaba una S sobre el suelo y se deslizaba por las baldosas, zigzagueando entre la gente, cuya presencia me impedía ir directo a agarrarla.
La empecé a seguir. Tardé pocos segundos, porque no podía irse a demasiada velocidad. Cuando la logré agarrar, se sacudió con gran fuerza. Pero esta vez estaba preparado y no la dejé volver a escapar. Como los sacudones seguían, decidí cortar por lo sano, la agarré de un extremo y le golpeé la cerradura contra el cordón de la vereda. Con eso no se volvió a mover.
Entonces fui a buscar la bicicleta, pero cuando llegué a donde la había dejado no estaba más.