Coincidencias

Hay gente que quiere descreer de las coincidencias. Sostienen que no existen. Que lo que vemos como coincidencias en realidad son señales. Hay una razón por la que suceden. Debemos leerla, interpretarla, porque son un mensaje que nos está siendo enviado.
Es la presunción de existencia de un orden cósmico absoluto, que gobierna hasta los detalles más pequeños, pero que igual concede el libre albedrío. Y además, ese orden cósmico está interesado en nuestras vidas, nos da pistas acerca de cómo vivirlas y nos concede oportunidades que debemos ver como tales.
Muchos operan mediante esta forma de pensar y actúan en consecuencia. Les puede ir bien o mal, y si les va mal se puede explicar por el lado de que entendieron mal la coincidencia que interpretaron.
Pero la presencia intencional de coincidencias no es una idea que me resulte atractiva. Me parece más bien algo perversa, si es que son manifestaciones de una inteligencia externa o cósmica. No quiero estar sujeto a alguien o algo que es capaz de controlarme todo, incluso las acciones que llevan al surgimiento de coincidencias. Siento que eso no me dejaría ser libre.
Igual me atraen las coincidencias. Cuando se producen, a veces impresionan. Es muy tentadora la idea de leerlas como una señal de la presencia de alguien benevolente. Puedo entender que muchos elijan hacer eso. Pero para mí es mucho más enriquecedor verlas como verdaderas coincidencias.
Son actos del azar de los que soy testigo, también por azar. Están ahí, tal vez sin ser vistas hasta que las descubro. Tientan a sacar conclusiones. Pero al ser actos del azar, las conclusiones no están predestinadas. Podemos decidir lo que les hacemos significar. Y podemos hacerlo en forma consciente, sin atribuir a la coincidencia la responsabilidad de nuestros actos posteriores. Seguimos siendo nosotros los que decidimos, y usamos a las coincidencias para ayudarnos a tomar nuestras decisiones, sabiendo que somos nosotros los que lo hacemos.
Las coincidencias son una oportunidad de generar sentido. Podemos interpretarlas, pero no hay que leerlas. Hay que escribirlas.