Créditos

La vida puede ser larga. Y muchas veces, cuando la vida es larga, el último tramo es improductivo. Es una etapa oscura en la que la vida en sí ya está acabada, no obstante continúa. Los que tienen suerte pueden disfrutar los recuerdos, compartirlos con la gente que tienen alrededor. Repasar su vida desde el final, en orden o en desorden.
Es la etapa de los créditos. La historia en sí ya terminó, se llegó al final, no va a variar a grandes rasgos. Pero la existencia se estira, a veces en forma excesiva. Hay una banda sonora, generalmente externa. Pero el movimiento es simple, estático, unidireccional.
La dirección es hacia arriba. Tal vez es por eso que la gente habla de que los que se mueren van al cielo. Porque los créditos así parecen sugerirlo. La gente trata de estirar todo lo que puede la vida, aunque sea inútil. Nombran a todos los que los acompañaron, todos los que los conocieron, por mínima que fuera su participación. Es una manera de seguir estando.
Los que no siguen estando son los otros. Mucha gente se va durante los créditos. Son pocos los que se quedan hasta el final. Son los más fieles, los que deciden ocupar el tiempo en quedarse.
Y a veces son recompensados. Ocasionalmente, cuando parece que hasta los créditos ya terminaron, hay una escena posterior. Un renacer de la vida que dura poco, pero permite disfrutar una última vez de la persona. Un canto del cisne, un epílogo.
Después de eso, la vida se suele extinguir. Sólo queda que aparezcan los estudios. Después se cierra el telón. La película se acaba. Más tarde, para los que quedan, empieza otra.