Deuda pendiente

Flora iba habitualmente a ver a una bruja que hacía regresiones a vidas pasadas. Al revisar las experiencias de aquellas vidas, Flora podía entender los desafíos de la vida actual, en la que era Flora. El trabajo requería varias sesiones porque ella había tenido unas cuantas vidas anteriores que la condicionaban.
Las sesiones involucraban concentración, incienso, encendido de velas, oraciones, obediencia de instrucciones, sahumerios, relajación y armonía con el Universo, no necesariamente en ese orden. Una vez lograda la concentración, la bruja guiaba a Flora hacia sus vidas pasadas. En realidad, era el ser superior de Flora el que guiaba a la bruja, que a su vez guiaba a Flora. Se trataba de un procedimiento algo complejo.
En ese viaje astral, Flora vio su propia muerte. Su propia muerte en una vida pasada. Flora era un campesino vienés que se ahogó en el Danubio. Pudo ver cómo el campesino, o sea ella misma, sufría y pedía ayuda sin que nadie se acercara. Era una experiencia vívida, tanto que la bruja podía ver el sufrimiento en la cara de Flora, cuyo cuerpo se mantenía en el consultorio durante la experiencia. La bruja la guiaba, le decía qué tenía que hacer para liberarse de los condicionamientos provocados por una muerte tan angustiante.
Pero en un momento Flora dejó de hacerle caso a la bruja, y decidió ayudar al campesino. No podía dejar que una persona muriera así nomás, y menos si esa persona era ella misma. Ignorando las advertencias de la bruja, Flora corrió hacia el río, se acercó al campesino y lo arrastró hasta la orilla. El campesino quiso agradecerle por salvarle la vida, pero no encontró a nadie cerca.
La bruja tampoco encontró a nadie. Al salvarse la vida anterior, impidió que su alma estuviera en condiciones de reencarnar en ella. Evitó así su propia existencia y desapareció del consultorio en el acto.
En ese momento, la bruja decidió empezar a cobrar por adelantado.