Dios en el Infierno

Dios está en todas partes, por lo tanto Dios habita el Infierno. A pesar de todos los esfuerzos que hace la gente que quiere ser buena para poder pasar la eternidad en presencia de Dios, no se dan cuenta de que no tienen manera de estar en su ausencia. Tal vez por eso haya tanta maldad en el mundo.
Dios habita cada rincón del Infierno. Es, por lo tanto, sometido a tormentos, aunque no necesariamente sufre porque tiene la capacidad de aguantar sin dolor. Para eso es Dios. A veces, de todos modos, se decide a sufrir un poco, para comprender mejor a las almas condenadas. Dios nunca dejará de amarlas, por más que estén en el Infierno. Y aunque Dios es omnisapiente, eso no significa que no pueda ejercitar su misericordia. Si no estuviera en el Infierno, tal vez no se le ocurriría pensar en los condenados, y aunque sabría todo acerca de ellos, podría no tenerlos presentes.
A veces decide ejercer la misericordia y liberar a alguna de las almas. En el Infierno hay gran expectativa en torno a estas decisiones, que no son frecuentes. Muchos tratan de influir a Dios para que los traslade, y esa clase de apelaciones suele ser parte de la razón por la que están ahí.
En general, Dios libera a almas de gran coraje en el sufrir, que se arrepienten de sus pecados aunque sea tarde pero aceptan el castigo con hidalguía. La administración del Infierno protesta en esas ocasiones, pero no pueden hacer nada ante una decisión del Todopoderoso.
Dios, habitualmente, trata de mantenerse de incógnito. No es bueno que se sepa que está en el Infierno. Su presencia muchas veces causa desórdenes varios. Por eso se mantiene invisible ante las almas, para que puedan sufrir tranquilas. Pero, a veces, cuando se siente especialmente generoso, Dios decide dejarse ver. Durante un rato, las almas condenadas del Infierno pueden acceder al mismo placer que sus pares del cielo: la contemplación de la Divinidad.