Duros de pasar

Dos amigos se habían citado a tomar el té en un conocido bar londinense. Ambos eran en extremo educados, y no tenían intención de llegar tarde. Por eso decidieron estar en el lugar exactamente cinco minutos antes de la hora acordada. La determinación de los dos hizo que se encontraran en la puerta.
Se saludaron con un firme apretón de manos. Hablaron sobre el clima de ese día. Luego ambos se invitaron a pasar. Como los dos eran muy amables, cada uno quiso que el otro entrara primero. Lo indicaron extendiendo el brazo hacia la puerta. Uno de ellos extendió el brazo derecho, el otro el izquierdo.
Ninguno de los dos quería cometer lo que veía como falta de tacto, aceptar la invitación del otro. Entonces ambos insistieron en que fuera el otro el que aceptara la suya y pasara antes. Pero por el mismo motivo no llegaron a un acuerdo.
Se quedaron parados frente a la puerta esperando que el otro hiciera algún sutil movimiento de claudicación para poder proceder a tomar el té. Los parroquianos que iban llegando pasaban entre los dos y entraban.
Comenzaron a transcurrir las horas. Los dos amigos seguían firmes en la puerta del bar, determinados a no entrar primero. El dueño del lugar se ofreció a resolver la diferencia mediante el azar, pero ambos se negaron. Opinaban que entrar antes que su compañero de té era una descortesía.
Pasaron los días, luego los meses y los años, y los hombres seguían inmutables en su invitación mutua. Ya los habitués del lugar los consideraban parte del paisaje.
El tiempo transcurrido sin entrar y sin moverse fue desgastando la vida de los dos amigos, que de todos modos no abandonaban la amabilidad para con el otro. A medida que avanzaban los días iban perdiendo materia orgánica, y el hollín de las calles londinenses los iba cubriendo sin que ninguno atinara a nada.
Ninguno de los dos hombres se movió nunca. Décadas después de aquel día en el que se citaron a tomar té, aún siguen en la puerta. Nadie recuerda quiénes eran. Todos los que los conocían han muerto. Los actuales habitués del bar, sin otra información que lo que ven, los consideran dos estatuas que ornamentan la entrada.