El estuche descripto

Dos mitades conforman el estuche. Son muy similares, sólo que una (que designaremos inferior) tiene una pequeña traba, que permite que la otra se quede unida a ella a menos que sea activada.
Ambas mitades son duras, como caparazones. Los bordes curvos evitan contactos innecesarios con objetos que les pueden causar algún peligro. La mitad superior alguna vez tuvo una inscripción que indicaba la manera de contactarse con la óptica de origen. Aquellas letras y números ya no están, ni siquiera en vestigio, y sólo permanecen en la memoria del portador.
En la parte posterior, dos bisagras proveen movilidad. Una está más expuesta que la otra, a causa de los repetidos golpes a los que se vio sometida. Se trata de la más cercana al suelo en caso de caerse. Cerca de ella se puede apreciar la ausencia de varios fragmentos de plástico, que han dejado de pertenecer al estuche. También hay rajaduras, que conforman un indicio del próximo fin.
Al abrir el estuche, el negro troca en marrón. Hay dos mitades interiores que se abren, como invitando a los anteojos a pasar. También se encuentra en el interior una felpa, que tiene el ostensible objetivo de limpiar los lentes, aunque la mugre acumulada durante los años hace que sea difícil conseguir grandes resultados.
Cuando se vuelve a cerrar el estuche, con o sin los anteojos, la traba que une las dos mitades hace un sonido que indica que la operación fue exitosa. Antes era un “clic”, hoy se ha visto debilitado a menos que el portador ponga especial esmero en el cierre. Pero, aunque el sonido no sea el mismo, la traba funciona igual que siempre, y mientras lo haga el estuche podrá cumplir con su cometido.