El final de la cucaracha

A pesar de que tuve una participación crucial en el desenlace, lo hice sin darme cuenta. Sólo puedo reconstruirlo después, a partir de la evidencia.
Cuando prendí la luz del baño, observé un movimiento inesperado. “Claramente no estoy solo”, pensé. El tamaño de lo que se movía dejaba claro que era una cucaracha. Pero bueno, estaría escondiéndose, ciertamente no la vi más. Decidí no molestarla. Me limité a tomar nota de que era necesario mejorar la fumigación.
Después de unos segundos, no pensaba en ella. Cada tanto me volvía cierta consciencia de que había una cucaracha en el mismo ámbito que yo. Eso no es agradable. Pero no me ponía nervioso, porque pensaba que probablemente nunca estuviera muy lejos de una cucaracha, aunque no lo supiera. La diferencia de esta vez es que lo sabía.
Entonces cada tanto me sobresaltaba un poco, y después se me pasaba. Me dediqué a leer mi libro en paz. Hasta que llegó el momento de levantarme. Ahí fue cuando observé algo extraño. Al lado del mi pie había algo parecido a una cucaracha. No tenía el tamaño, sí el color. Y me parecía que antes no estaba.
No me había dado cuenta porque tenía puestos los zapatos. Di vuelta el pie en cuestión y me encontré con los restos aplastados de una cucaracha en la suela.
Pero no la había intentado matar. Lo que había pasado, en apariencia, era que la cucaracha se había colocado intencionalmente en el espacio entre mi pie y el suelo. ¿Un suicidio? ¿Quiso estar a la sombra? ¿Quiso abrigarse de algún modo? Nunca lo sabré. Sólo puedo deducir que en algún momento levanté el pie y lo volví a apoyar, y ése fue el final de la cucaracha.