El pájaro desafinado

El oriteo (Oritheus emberizadis) habitaba los bosques de América del Norte. Se distinguía por su particular canto.
El canto del oriteo tenía múltiples usos dentro de la especie. El más importante era la formación de parejas. Los machos anunciaban su disponibilidad y esperaban el guiño de las hembras a través del canto correspondiente.
Pero el uso más distintivo de los cantos del oriteo era el defensivo. Cuando alguna bestia se acercaba, el oriteo se sentía en peligro y emitía un muy fuerte chillido desafinado que espantaba a la posible amenaza.
El oriteo, gracias a su canto, podía escapar de los predadores, que para un pájaro de su tamaño eran numerosos. Podía dedicarse a comer pequeños gusanos y brotes de plantas.
Las variedades de oriteo que mejor prosperaron fueron las que más fuerte y más seguido expresaban su canto desafinado. Rápidamente aparecieron subespecies cuyos cantos conyugales eran también los desafinados. Esto espantaba a los animales de los bosques que habitaba.
Hubo algunos intentos de domesticación de este pájaro. Pero no prosperaron, dada la aversión que los domesticadores desarrollaron a los cantos desafinados que caracterizaban a la especie.
La ausencia de predadores hacía que el oriteo prosperara, y pronto los bosques norteamericanos se vieron llenos de diversas variedades de oriteos. Los otros animales que vivían en los bosques sufrieron modificaciones. Algunos cambiaron de hábitat, provocando una alteración en el orden ecológico de sus nuevos lugares hasta que se estabilizó un equilibrio que los aceptaba. Otros animales no tuvieron la misma suerte y se extinguieron, al no tener comida por la ausencia de los demás. Un tercer grupo de animales desarrolló la sordera y en esos bosques aún se pueden encontrar ejemplares sordos de algunas bestias muy conocidas en el resto del mundo.
Hubo un grupo que permaneció casi sin modificaciones: los animales que ya eran sordos.
Al haber menos animales, las plantas, sin sentido del oído, se empezaron a reproducir más de lo habitual, y los bosques donde habitaba el oriteo se hicieron más tupidos. Fue una circunstancia fortuita para los oriteos, que empezaban a sufrir problemas de superpoblación en las ramas donde anidaban.
Pasó el tiempo y empezó a haber variedades de oriteos con cantos menos desafinados. No era problema, al no tener predadores de los que defenderse. Los cantos cada vez más afinados de los nuevos oriteos atraían más a las hembras que los chillidos tradicionales, y la reproducción del oriteo afinado fue acelerándose. Luego de algunas generaciones no quedaban oriteos desafinados. Se había forjado una nueva especie.
Gradualmente los otros animales fueron volviendo a los bosques, atraídos por la abundancia de vegetales, y el ritmo de reproducción de las plantas volvió a ser el anterior.
Algunos de los animales que volvieron se convirtieron en predadores y aprovecharon la abundancia de oriteos, que ya no tenían la defensa que los había hecho dueños de los bosques.
De esta manera el oriteo rápidamente, al no poder defenderse de todo tipo de predadores que iban repoblando los bosque, se extinguió.
Hoy no quedan ejemplares ni siquiera en cautiverio, debido a que por su característicos gritos nunca fueron de la predilección de los zoólogos ni del público.