El plan Pepsi

Estaba claro que hacía falta tomar medidas drásticas: la crisis económica golpeaba a todos los sectores y hacía peligrar la continuidad del gobierno. Por eso, los distintos equipos buscaban soluciones a la crisis de consumo y, sobre todo, a la enorme deuda externa que tenía aquel país.
El crédito estaba agotado. Era imposible recurrir a financiamiento externo. Los organismos internacionales en los que el país había confiado dejaron de confiar en él. Se limitaban a exigir lo que se les debía, mientras ignoraban los pedidos desesperados de los gobernantes para que otorgaran al país un préstamo que, aseguraban, sería el último.
De pronto, una carpeta llegó desde los confines del Ministerio de Economía hasta el escritorio del ministro. Se titulaba “Plan Pepsi” y contenía argumentos provocativos, pero bien razonados y lo suficientemente originales como para captar la atención del ministro. El plan consistía en recurrir a alguna empresa multinacional de amplios bolsillos para aliviar la deuda externa a cambio de ceder espacio de publicidad en los billetes emitidos por el Estado. Tenía que ser una empresa ávida de crecer, competitiva y que tuviera la suficiente motivación como para aceptar semejante maniobra publicitaria. Por eso, según explicaba la carpeta, Pepsi era la mejor elección. No había mejor campaña de marketing para la empresa que salvar de la quiebra a un país.
El ministro, al terminar de leer la carpeta, estaba convencido. Rápidamente pidió una reunión con el primer mandatario para hablarle del plan. El presidente escuchó, celebró la idea y autorizó a su ministro a iniciar las negociaciones con Pepsico Inc.
El ministro viajó a Estados Unidos para presentarse ante los directivos de la empresa. Llevó consigo una copia del plan redactada de modo persuasivo, además de una presentación en PowerPoint que detallaba los beneficios que el plan podía reportarle a la empresa.
Los directivos de Pepsico quedaron impresionados por la propuesta, y quedaron en responder a la brevedad. El ministro volvió al país para ocuparse de los problemas más urgentes, con la tranquilidad de que la economía del país iba a recibir un refrescante alivio por parte de los fabricantes de Pepsi.
Algunas semanas después, la plana mayor de la empresa se hizo presente en el país y pidió una reunión con el ministro de economía y el presidente. Anunciaron que tenían una contrapropuesta. Los funcionarios recibieron a quienes podían salvar a su país, y a su gobierno, con gran amabilidad.
El CEO de Pepsico anunció que la empresa estaba en condiciones de hacer mucho más por el país que lo que se le había pedido. Si los gobernantes querían, Pepsi podía acceder a pagar una porción de la deuda externa. Pero, por una compensación un poco mayor, la empresa estaba dispuesta a cancelar toda la deuda.
“Si les interesa, les puedo detallar el proyecto”, dijo retóricamente el CEO. Las caras del presidente y el ministro delataban interés. El directivo detalló el plan: Pepsico Inc. se haría cargo de la deuda del país en dólares si se aprobaban las siguientes condiciones:

  • Colocar publicidad Pepsi y bebidas relacionadas en los billetes del país, en lugar de los retratos de los próceres.
  • Declarar a Pepsi como la “bebida oficial de la nación”.
  • Transferir la responsabilidad del diseño de los billetes y monedas a la órbita de la empresa.
  • Cambiar la moneda del país: pasar del peso al pepsi.
  • Incorporar una paridad, según la cual el valor de la nueva moneda fuera el equivalente a un litro de Pepsi.

Los gobernantes escucharon las condiciones y pidieron una nueva explicación del último punto. Los directivos volvieron a intentarlo: la idea era que el valor de la moneda respecto de las emitidas por otros países estaría dado según el valor del litro de Pepsi en cada una de ellas, según una tabla que confeccionaría la empresa especialmente. De este modo, el valor de los productos en venta en el país estaría expresado en cuántos litros de Pepsi podría comprarse con ese mismo dinero.
La paridad beneficiaría igualmente a los habitantes del país, al darle una moneda estable, y a los consumidores de Pepsi, al facilitarles la compra de la bebida.
Las autoridades estaban tentadas de aceptar. Pensaron que, después de todo, era más o menos lo mismo tener una moneda que representara su valor en oro, en dólares o en Pepsi. Además, cancelar la deuda externa haría que en florecieran las oportunidades para reactivar el consumo y hacer crecer la economía. Pero el ministro tuvo una objeción. “¿Eso no implicaría crear una moneda sin respaldo?”
Los directivos de Pepsico explicaron que no era necesario. Simplemente el Banco Central debía utilizar todas sus reservas en dólares para comprar Pepsi, de modo de poder respaldar la nueva moneda. El presidente preguntó a qué precio y, gracias a su habilidad para negociar, consiguió un descuento por volumen.
Luego de acordar detalles como los estándares de seguridad para la impresión de los billetes, el plan se implementó. Gradualmente dejó de circular el peso, y fue reemplazado por el pepsi. La Ley garantizaba que cualquier ciudadano que fuera al banco central con un pepsi (P$ 1) y una botella vacía podía llevarse un litro de Pepsi. De este modo se fue generando confianza en la nueva moneda, pese a las protestas de grupos aislados que, de cualquier manera, no dejaban de ver con buenos ojos la cancelación de la deuda externa.
La bóveda del Banco Central se convirtió en una gran heladera. Los técnicos del Banco, con la ayuda de personal especializado de la empresa, instalaron sistemas para impedir que la bebida perdiera el gas. También instalaron un sistema que permitía servir exactamente un litro de gaseosa.
Con el cambio de moneda, se generó un boom de consumo. Empezaron a llegar inversiones extranjeras. Con ello, la recaudación impositiva pudo aumentar considerablemente. El Banco Central recibía dólares de las exportaciones y los usaba para comprar litros de Pepsi que iban a parar a la antigua bóveda, ahora convertida en heladera.
Durante algunos años, la economía creció. Luego el ciclo se fue revirtiendo. Algunas crisis en países lejanos hicieron que los inversores perdieran la confianza en las economías en desarrollo, y muchos se fueron del país. La economía empezó a mostrar signos de recesión.
El gobierno decidió que tenía que estimular el consumo. Pero los funcionarios se encontraron con un obstáculo: no podían colocar más dinero en circulación porque no había entrada de dólares con los que comprar más Pepsi para las reservas.
Había dos opciones: pedir Pepsi prestada a los países vecinos, o recurrir a los organismos internacionales de crédito para que les prestaran dólares de modo que el Estado pudiera comprar Pepsi. Un técnico del Ministerio de Economía sugirió convertir la mitad de las reservas de Pepsi en Coca-Cola, de modo que el valor de la moneda del país estuviera en el medio de las dos y con el cambio resultante se diera el pequeño empujón que la economía del país necesitaba. Pero ese plan hubiera violado la cláusula de exclusividad del contrato con Pepsi, por lo que no se pudo concretar.
El gobierno optó por una decisión arriesgada. Se estableció el procedimiento de aguar la Pepsi que estaba almacenada en el Banco Central. De ese modo, aumentaría la cantidad de litros en las reservas y se podrían emitir billetes para, así, aumentar la liquidez de la economía nacional.
Al principio la maniobra funcionó, pero después de un tiempo el abuso terminó por delatarla. A las sospechas de quienes bebían la Pepsi oficial, se sumó un informe de Pepsico Inc, en el que se acusaba al país de tener más litros de Pepsi en las reservas que los que había comprado a la empresa (que por la misma cláusula de exclusividad era el único proveedor autorizado de la bebida oficial de la nación).
El informe de la empresa generó una total desconfianza en la moneda del país, que terminó en una espiral inflacionaria. Con un pepsi se podía comprar cada vez menos Pepsi genuina en los comercios.
El abandono de la paridad pepsi-Pepsi rápidamente tuvo que hacerse oficial. Se decidió volver a las reservas en dólares. Se rescindió el contrato con la empresa, que no quiso recomprar los litros de gaseosa que el Banco Central poseía.
Para recuperar las reservas en dólares, el país recurrió a diferentes maniobras. Empezó a vender Pepsi clandestina en el exterior. También vendía su Pepsi aguada oficialmente en el mercado internacional, como una marca barata de bebida cola.
De este modo, el país recompuso el valor en dólares de un pequeño porcentaje de sus reservas. El ministro de economía, después de todas las idas y vueltas, renunció. Su reemplazante, con los dólares que quedaban, se dedicó a elaborar un nuevo plan para recuperar la economía del país.