Ellos titilan

Debería esconderme entre las sombras de los jardines de flores azules y mirar las estrellas, dejar que las rocas acompañen el paisaje, no debería cortar las flores. Si el atardecer fuera más azul y no tan rojo dejaría que cayeran como pétalos mis uñas sobre el agua que arrastra los besos de esa noche, aquella en la que se hizo lo que no debería pero sin embargo fue una noche excelente, donde los labios se partían entre bocas extrañas. Manos que buscaban un deseo detrás de la madera de lo prohibido.

Lorena García

Y sí, no debería haberlo hecho, pero ella es humana. Tiene impulsos biológicos muy difíciles de combatir. Él también es humano y tiene impulsos proporcionales. Entonces impedir su manifestación se hace imposible.
Por eso ceden. Se dejan llevar por la fuerza de la naturaleza que los rodea y la que tienen adentro. Se sienten parte del todo y del otro. A la noche, comulgan con las estrellas que cubren el cielo del campo. Es difícil verlas y pensar en otra cosa.
¿Qué puede estar mal con semejantes estrellas? Las preocupaciones humanas son mucho más chicas que el Universo. Ambos se miran, y entienden el lugar de cada uno. Es donde están. Y se acercan. No pueden estar más cerca. Entonces se conectan. Forman un circuito cerrado que se alimenta del Universo. La energía de las estrellas se transmite por sus labios. Es un momento especial. Una efervescencia los recorre, la misma que hace que las estrellas titilen. Ellos titilan juntos. No necesitan saber sus nombres. No son extraños. Tampoco están juntos. Son juntos.