Eterna vigilancia

Está claro que nunca nos vamos a liberar de los mosquitos. Siempre estuvieron. De alguna forma o de otra, existen desde mucho antes que nosotros. Siempre estuvimos condenados a vivir en un mundo donde existen los mosquitos.
Es cierto que hubo, y seguramente habrá, épocas en las que se sienten menos. Los mosquitos están, son unos cuantos, pero su capacidad de hacer daño se ve reducida. Es cuando tomamos las precauciones adecuadas para no dejarlos pasar de un nivel tolerable.
Pero siempre nos olvidamos. El problema es que cuando no sufrimos a los mosquitos no estamos pensando en ellos. Y ellos, mientras tanto, sí piensan en nosotros. O en realidad piensan en ellos, pero su manera de ser implica alimentarse de nosotros. Les damos tiempo para replegarse y aumentar sus números mientras estamos distraídos, viviendo nuestras vidas.
Ocurre además que muchos de nosotros, que somos sensibles al sufrimiento propio y ajeno, al olvidarnos de la naturaleza invasiva empezamos a tenerles pena. No nos gusta la violencia que a veces se hace necesaria para enfrentarlos. No vemos que tenga sentido la idea de que su sangre o la nuestra. Cuando vuelven a aparecer, algunos se dan cuenta antes que los otros de lo que está pasando. Y cuando nosotros llegamos a cierto consenso, sus números son tan grandes que nos cuesta doblegarlos.
Y es cierto que los mosquitos son parte del ecosistema. En algún punto, son necesarios. Aparecen en determinadas circunstancias, en ciertos climas, en algunas regiones. En otros contextos se dan mucho menos, pero siempre está la posibilidad de que surjan. Si dejaran de existir, seguramente se desencadenarían otros problemas que no podemos prever. En cambio, si los dejamos hacer, la vida se volvería muy indigna. Además de su acción parasítica, que podríamos considerar tolerable, nos transmitirían toda clase de enfermedades, y cada uno de nosotros tendría que tomar acciones individuales de aislamiento. Esto perjudica el entramado social, que a su vez beneficia a los mosquitos.
Los mosquitos atacan en todas partes, aunque encuentran más resistencia en las ciudades. En las zonas rurales tienen más permeabilidad, debido a que es más difícil lograr acciones coordinadas para neutralizarlos. En las ciudades, sin embargo, a veces no se toman las precauciones correspondientes, y se producen ataques sorpresivos, ocasionalmente duraderos.
El objetivo no es exterminarlos a todos. No es posible, y sospechamos que tampoco es aconsejable. Es bueno dejarlos en un estado debilitado, pero en el que podamos ver el daño que hacen. Una especie de vacuna. Lo que necesitamos es establecer las estructuras adecuadas como para que no puedan llegar a los números que les permitan hacer daños extendidos. Debemos adecuar nuestra infraestructura. También es importante mantenerlos en nuestra memoria. Tener en cuenta lo que han logrado en el pasado, y cuánto nos ha costado en cada ocasión liberarnos de ellos. Transmitir a las nuevas generaciones las experiencias vividas, para que no se vean tentados de cometer los mismos errores que nosotros.
Los mosquitos seguirán existiendo. Seguirán estando en los confines. Continuarán reproduciéndose. Una sociedad preparada no les permitirá hacerse de poder.