Extraña nube

De repente, el cielo se oscureció. Una nube blanca que antes se veía lejana bajó desde los confines de la atmósfera y bloqueó la luz del sol. Como era blanca, la oscuridad no fue tanta. El problema era que bajaba cada vez más.
Llegó un momento en el que bajó tanto que no permitió ver nada. Era como una niebla espesa, tan espesa que se podía tocar. Entonces muchos la tocaron. Y se dieron cuenta de que estaba compuesta por montones de fibras blancas, y eso es lo que reducía la visibilidad.
Al no poder trasladarse, muchos empezaron a explorar esas fibras. Algunos las usaban como lianas para moverse de un lado a otro de manera entretenida. Muchos las trepaban. No se veía de dónde colgaban, y eso resultaba un estímulo para los que subían. Se iban convirtiendo en exploradores. Seguramente llegar al origen de esas fibras iba a ser un gran descubrimiento.
Pero Dios tenía otros planes. La cantidad de gente que subía le hizo dar cuenta de que se había dejado muy larga la barba. Llamó a un arcángel para que lo afeitara. Con una gran tijera la barba de Dios fue emparejada, y las fibras bajaron hacia la Tierra. Los que se habían subido resultaron lastimados por el golpe. Pero a Dios no le importó. Siempre estuvo claro que explorar su rostro era perjudicial.