Gratificación dudosa

Una vez se me pinchó una goma del auto, y tuve que ir a la gomería a reemplazarla. Un empleado me atendió amablemente, y me reemplazó la llanta agujereada. Ya que estaba, aprovechamos para hacer alineación y balanceo. También me dio un café para tomar mientras esperaba.
Cuando le iba a pagar me dijo que fuera a la oficina, donde me darían la factura correspondiente. Subí la escalera que conducía al pulcro cuarto, donde un empleado administrativo, o el dueño de la gomería, me cobró.
Cuando bajaba la escalera para buscar el auto, me pareció que debía darle una propina al que había hecho todo el trabajo con tanta dedicación. Pero no estaba seguro. ¿Era correcto dar propinas a los empleados de gomería?
Como no suelo ir a este tipo de establecimientos, no conocía la etiqueta correspondiente. Y me parecía mal preguntarle, así que me puse a ver si podía deducir. Pensé que no debía ganar mucho el empleado, y que le vendrían bien unos pesos adicionales. Sin embargo, tal vez no fuera tan fácil. Podía ocurrir que le molestara recibir un dinero adicional. Tal vez estaba contento con su trabajo, y su amabilidad no era una forma de ganarse una propina sino su manera de ser.
Ahora, si su amabilidad era sólo una forma de ganarse la propina, yo tenía menos ganas de dársela. Interpretaba que no era amabilidad verdadera, sino casi una forma de adulación. Si le daba propina estaría estimulando esa forma de mentira, y eso era algo que no quería hacer.
En cambio, si era verdadera su amabilidad, al darle una propina estaría recompensando su actitud, y sería una obra de bien darle. Pero en ese caso también podría haberlo ofendido, él podía pensar que yo pensaba que su amabilidad era sólo para obtener la propina. Así iba a quedar mal yo, y no tenía ganas de que esa fuera mi imagen final ante un tipo tan amable.
Por todo esto, decidí que era más seguro no darle nada. Pero no me gustaba demasiado. Entonces se me ocurrió una solución parcial. Podía comprarme una gaseosa en la máquina de la gomería y dársela. Para no hacer ver que le estaba comprando alevosamente una gaseosa a él, luego de adquirirla la abrí y tomé un poco. Después le ofrecí el resto, pero no quiso. Entonces le dí la mano y me fui.
La siguiente vez que fui a la gomería, habían puesto un letrero que decía “su propina no molesta”.