Hisóposis

Nunca había hecho caso a la advertencia “no introduzca el hisopo en el canal del oído externo”. Me parecía una precaución de otorrinolaringólogos principiantes o padres demasiado celosos. Evidentemente, todo el mundo hacía lo mismo que yo. Por eso los hisopos seguían existiendo y vendiéndose en las farmacias, no se me ocurría cuál otro podía ser su uso legítimo.
¿Cuál era el riesgo? ¿Podía agujerearme el tímpano o algo? Simplemente es cuestión de técnica, cuando uno empieza a notar cierta resistencia no hay que presionar más. No es difícil. Sin embargo, hace un tiempo descubrí la razón de la advertencia.
Había pasado dos o tres días sin sacarme la cera del oído. Se me habían acabado los hisopos y no tenía tiempo de comprar nuevos. Así que cuando compré se había acumulado bastante cera. No era problema, en circunstancias normales, mientras más cera hay, más agradable es la experiencia hisoporil.
En esta oportunidad, encontré cierta resistencia, y me pareció que era cera un poco endurecida. Entonces persistí en la maniobra hisopórica. Ése fue mi error. Empujé demasiado y cuando quise acordarme se me había resbalado el hisopo adentro del oído.
Intenté sacudir la cabeza con la oreja de lado para que cayera, pero se ve que estaba trabado por algo. Entonces lo llevé conmigo durante varios días, y a cada paso podía oír su movimiento. Hasta que no me quedó más remedio que ir a ver al otorrino.
Yo sabía que me iba a dar un sermón sobre no meterme los hisopos en el oído. Habitualmente me preguntaban si tenía esa costumbre y yo lo negaba, a lo cual ellos no contestaban nada pero ponían cara de que no me creían, porque probablemente su educación los hiciera capaces de diferenciar un oído con hisopación regular de uno libre de todo hisopo. Pero tenía que ir, sólo ellos podían sacarlo de ahí.
Sin embargo, el doctor no emitió palabra. Sólo hizo una mueca de fastidio, me dijo que me acostara, que me quedara quieto, agarró una pinza y en un rápido movimiento lo sacó y me lo entregó, aún sin decir nada. Lo recibí mientras miraba, cabizbajo, al profesional. El hisopo estaba completamente lleno de cera.