Holicidio

“Hay que matarlos a todos” fue la conclusión que sacó Rubén mientras volvía a su casa en auto. Lo habían enojado los otros automovilistas, los peatones, los que andaban en bicicleta, la policía recaudatoria y la humanidad en general. Pero lo que diferenció a Rubén de todos los que sacaban conclusiones de esa naturaleza fue la determinación de llevar a cabo ese ideal.
Luego de pensarlo un rato, fue a una armería y compró una ametralladora con diez mil millones de municiones. Supuso que algunas de ellas no darían en los blancos o darían en blancos repetidos.
Cuando le entregaron la orden de municiones (la armería tuvo que pedir al proveedor para cubrirla), Rubén procedió a asesinar a todos los presentes en el comercio. En ese momento supo que no había vuelta atrás. Debía matar a toda la población mundial si no quería ir preso por el crimen que acababa de cometer. Una vez que él fuera el único sobreviviente, nadie lo podría arrestar.
Por eso, sin perder tiempo, fue hasta la comisaría más cercana para matar a los que le representaban el peligro más inmediato. En el camino, ahorró tiempo y mató a todas las personas que se le cruzaron. Logró eliminar a la comisaría entera porque actuó rápido. Los policías estaban muertos antes de darse cuenta de qué estaba pasando.
Rubén continuó su raid homicida por toda la ciudad. Al principio se ayudó con su auto. Luego fue cambiando de vehículo a medida que asesinaba a los ocupantes de otros autos que le resultaban más prácticos. Asesinó personas durante toda la noche. Al alba, la población de su ciudad se había reducido en un porcentaje significativo para haber sido obra de un solo hombre en una sola noche.
Al día siguiente las autoridades se pusieron en alerta, al descubrirse la acción de Rubén. No existían testigos, porque la técnica de asesinarlos era muy efectiva para callar sus voces. Pero Rubén supo que ese día le sería más difícil porque había mucha gente avisada. No necesariamente avisada de él, pero sí de que algo extraño estaba ocurriendo.
Por eso decidió comenzar el segundo día de homicidios por la sede de la Policía Científica. Con ese edificio como centro, su área de devastación se fue ampliando en círculos.
Fue descubierto gracias a las cámaras de seguridad, que mostraban imágenes muy claras de Rubén con su ametralladora. Lo que quedaba de la Policía se juró atraparlo, por el bien de la sociedad y por vengar lo que había hecho a la institución. Sin embargo, Rubén pudo más que toda la policía de la ciudad. Mató a todos sus integrantes, y luego a todos los ciudadanos. Algunos de ellos, antes de morir, intentaban terminar la acción purificadora de Rubén con un tiro. Pero él los esquivaba y luego no fallaba en el suyo.
Así, la primera etapa de su proyecto de matar a toda la humanidad se completó. La siguieron otras con igual éxito, hasta que consiguió matar a todo su país. Pasó entonces a los países vecinos, uno por uno. Para entonces era el hombre más buscado del mundo, y el más fácil de ubicar, pero las fuerzas internacionales no podían con él. Rubén tenía una destreza asombrosa para esquivar el brazo armado de la Ley y para asesinar a todo semejante que se le cruzara en el camino. Si su vida hubiera sido llevada al cine (algo imposible si conseguía su objetivo) habría sido interpretado por Sylvester Stallone o Bruce Willis.
Pero ambos murieron asesinados por Rubén, cuando llegó para terminar con Hollywood. En su paso por los Estados Unidos se dio cuenta de que contaba con recursos mucho más prácticos para eliminar a lo que quedaba de la humanidad, pero ya estaba engolosinado con su método artesanal. De paso, mientras destruía a los habitantes, podía conocer el mundo.
A esta altura, ya todos le temían y muchos trataban de correrse de su paso. Pero Rubén era demasiado hábil y siempre los encontraba. Ya las Policías no lo molestaban. Los agentes preferían salir de su paso, refugiarse en sus hogares y así vivir algunas horas más, mientras Rubén completaba sus asesinatos casa por casa.
A algunas personas inteligentes se les ocurrió irse a los países donde Rubén ya había pasado. Sin embargo, no tuvieron éxito, porque él se dio cuenta de esa posibilidad y no tenía ningún inconveniente en volver sobre sus pasos. Matar a toda la humanidad era el proyecto de su vida y no lo iba a detener algo tan insignificante como tener que volver a un lugar donde ya había estado.
Rubén acabó con América, Europa y África. Al llegar a China se encontró con que los chinos habían construido un muro para detener su avance. Pero no contaban con su capacidad trepadora. Pudo pasar el muro y eliminar a todos los chinos, aunque tuvo que dedicar mucho tiempo a ese país. Rubén nunca había caído en la cuenta de que los chinos realmente eran muchos.
Cuando terminó con los chinos, se dedicó a las islas del Pacífico y del Índico. Decidió que el mejor método para llegar a ellas era el submarino. Aprendió a manejarlo y pudo sorprender a todos los habitantes de las islas, aunque los de Australia le resultaron un poco difíciles de ubicar.
Llegó un momento en el que le pareció que su misión estaba cumplida. No encontró más gente para asesinar. Pensó que podía ser una emboscada y decidió tener cuidado. Empezó a mirar todo el tiempo a su alrededor, más aún que cuando era perseguido por ejércitos de varios países al mismo tiempo. Rubén había estado demasiado concentrado en su asesinato masivo para reparar en el detalle de que la humanidad se había unido y países que antes eran enemigos cooperaban para pararlo. Aunque no tuvieron éxito, fue una noble manera de desaparecer.
Rubén, por su parte, continuó pensando que aún no había terminado. Decidió patrullar el mundo en busca de algún sobreviviente. Consiguió un globo aerostático y comenzó un recorrido permanente por el todos los rincones del mundo.
Allí está todavía, siempre con su ametralladora lista para dar en la primera persona que encuentre y poder acceder al objetivo final de su proyecto: disfrutar de una vida más tranquila.