La cara acorde

Marisol amaba su nombre, lo consideraba luminoso, brillante, alegre, optimista y dicharachero. El problema era con su cara, que en su opinión no estaba a la altura de Marisol. Era cara de Gertrudis. Ella quería tener cara de Marisol, y se preguntaba por qué no podía.
Veía a sus amigas y las envidiaba. Celia tenía cara de Celia. Rita tenía cara de Rita. La otra Marisol tenía cara de Marisol. Úrsula tenía cara de Úrsula. Mabel no, Mabel tenía cara de Juan Carlos, pero eso iba muy bien con la personalidad de Mabel.
Marisol admiraba profundamente la capacidad de su hermano Ricardo, que podía poner cara de Alberto, Jorge y Horacio según fuera necesario. A veces, incluso, ponía cara de Jesús y se ganaba el respeto de todos.
Cada vez que viajaba en taxi, Marisol se decepcionaba. Los permisos que se exhibían en el asiento trasero siempre traían una foto del conductor y su nombre completo, y siempre la foto correspondía al menos a uno de los dos nombres. Habitualmente viajar en taxi la estresaba.
Marisol se preguntaba por qué ella no podía ser como los demás. Ella sólo tenía su cara de Gertrudis inmodificable. Salvo cuando se sacaba fotos. En las fotos salía con cara de Amelia. Por eso no le gustaba sacarse fotos, sentía que no reflejaban su verdadero ser.
Todo esto provocó en Marisol un problema de identidad. A veces sentía la necesidad de asumir el nombre Gertrudis para que la gente confiara en ella. Para evitar parecer que se hacía pasar por otra, debía hacerse pasar por otra. Entonces se vio haciendo una cantidad de actividades propias no de Marisol sino de Gertrudis, como llamar a las autoridades cuando los vecinos hacían ruido, tomar sólo agua mineral o tejer pulóveres rojos. No le gustaba usar pulóveres, no iban con su concepto de Marisol, pero los usaba cuando asumía el papel de Gertrudis, lo cual ocurría cada vez más seguido.
Sus amigas de siempre la conocían por Marisol, pero cada vez conocía más gente que la llamaba Gertrudis. Llegó un momento en el que se dio cuenta de que sólo usaba su nombre verdadero en ocasiones en las que tenía que mostrar el documento de identidad, por ejemplo cuando pagaba con tarjeta. A veces, algún conocido que estaba cerca y veía la tarjeta con el nombre de Marisol, la ponía en aprietos al preguntarle por qué figuraba eso en lugar de Gertrudis. Habitualmente, por toda respuesta, Marisol salía corriendo.
Marisol estaba cansada de la doble vida en la que cada vez se hundía más. Para evitar estos sobresaltos, se veía forzada a mantener grupos separados, y se sentía dividida. Estaba entre Marisol y Gertrudis, no quería ser dos personas. Quería ser una sola. Prefería ser Marisol, pero estaba llegando al punto de conformarse con ser una tercera.
Por eso se alegró mucho cuando vio el aviso de una clínica que ofrecía un sistema para cambiar la cara. Estaba impresa la foto de un señor de guardapolvo blanco que parecía extranjero. Tenía cara de Gordon, y cuando Marisol se acercó comprobó que, efectivamente, se trataba del doctor Bob Gordon. Entonces le pareció que la clínica tenía gente confiable.
Ella nunca lo supo, pero fue tanta su alegría que por un momento puso cara de Sabrina.