La CIA en todo

La semana pasada escribí dos o tres textos sobre actividades secretas de la CIA orientadas a conquistar el mundo sin que nadie se entere. Al día siguiente, estaba en el auto y el vehículo que venía adelante tenía patente CIA.
Supe que no podía ser casualidad. Era demasiado sugestivo. A la CIA no se le escapan esos detalles. Temí que la CIA conociera mis textos y me lo estuviera haciendo saber.
Podrían haberme perseguido en secreto, pero no era ésa la idea que querían transmitirme. Si la CIA quiere perseguirme en secreto, tiene métodos para lograrlo. De hecho, podría estar haciéndolo. Pero acá se estaban dejando ver, lo cual sólo puede significar que querían que me enterara de que ellos estaban al tanto de mis indiscreciones.
Era la manera de, sin decirlo explícitamente, hacerme saber que debía tener cuidado. Lo cual significa que me consideran peligroso, aunque no tanto como para provocar un desafortunado accidente que termine con mi vida en silencio, o algo así.
Pero después de unos minutos me percaté de un detalle. El auto de la CIA no me perseguía, sino que iba adelante de mí. No sólo iba adelante, sino que doblaba en las mismas calles en las que yo iba a doblar. Parecía que era yo el que los estaba siguiendo, y en cierto modo eso es lo que ocurre con mis textos, lo cual es una prueba más de que la presencia de ese auto era un mensaje de la CIA para mí.
La situación continuó hasta que me percaté de que, si ellos doblaban donde yo iba hacerlo, significaba que la CIA estaba al tanto no sólo de lo que yo hacía, sino de lo que iba a hacer. Incluso, de lo que era capaz de hacer. Teniendo en cuenta ese dato, me pareció que la persistencia del mensaje más allá del momento en el que lo comprendí. Y eso me hizo pensar que debía haber algo más.
Y efectivamente, lo había. Era mucho más siniestro que lo que yo pensaba. La CIA, al hacer que siguiera a uno de sus vehículos, me estaba invitando a unirme a sus filas. Ahí comprendí todo. Ahora tenía sentido que no me mataran, estaban contentos conmigo y me querían incorporar para que los ayudara a conquistar el mundo. Seguramente me querían a bordo por mi gran capacidad de percepción.
Pero a mí no me van esos métodos. No quiero trabajar para la CIA. Así que tuve que hacer un gran esfuerzo para perder al auto que iba adelante. Era difícil, porque conocía mis movimientos, y aún si intentaba despistarlo, el auto sabía lo que iba a hacer. Si pensaba dejarlo doblar para seguir de largo, el auto seguía de largo. Y si pensaba doblar cuando siguiera de largo, el auto doblaba. No podía hacer nada.
Así que me mantuve vagando por la calle hasta que me quedé sin nafta. El auto de la CIA, como tenía que disimular su condición, se alejó. Llamé al Automóvil Club para que me remolcaran el auto hasta casa. Cuando llegué, entré muy rápido y cerré la puerta con llave. Por suerte no había ningún agente esperándome.
Ahora lo que me preocupa es el próximo paso que pueda dar la CIA. Tengo miedo de que intente operar subliminalmente sobre mí. Tal vez ya lo hagan. Me da mucho miedo, es posible que yo sea un agente de la CIA y no lo sepa. Así que, por las dudas, tengan cuidado conmigo.