La ciudad cansada

Nueva York, la ciudad que nunca duerme, sentía el cansancio. Sus habitantes estaban impacientes y protestones. Su economía tenía signos de recesión. Su aspecto lucía sucio y olvidado. La ciudad apenas podía llevar a cabo las actividades básicas que permitían su subsistencia.
Era necesaria una inyección de energía, o un descanso. Como la última opción no era posible, dada la exigencia que el mundo le imponía como capital cultural de Occidente, los gobernantes de la ciudad empezaron a buscar opciones para poder darle a la gran manzana el empujón que necesitaba.
Se adoptaron políticas para agilizar el tránsito, mejorar el agua, reducir el crimen y aumentar los espacios verdes, de modo que hubiera más oxígeno para la ciudad. Pero ninguna de estas medidas logró hacer cambios trascendentes.
Todo cambió con la llegada de una cadena comercial. Starbucks proporcionó el café que la ciudad necesitaba para poder sobrellevar el ritmo de vida de una metrópolis tan grande, y en muy poco tiempo todo cambió. La economía se recuperó. El humor de los habitantes pasó a ser más llevadero luego de tomar un café cada mañana. La ciudad tenía más energía para preocuparse por su aspecto, y empezó a lucir más atractiva. También estaba más alerta, lo cual permitió mejorar la seguridad de la urbe hasta casi terminar con el crimen que la caracterizaba.
La recuperación de Nueva York es un ejemplo del poder de un buen café.