La gran esfera de cristal

Aunque en el corto plazo era improbable, en el largo había certeza de que un asteroide o cometa chocaría contra la Tierra con devastadoras consecuencias. Era responsabilidad de la especie humana prevenir su propia extinción. Cuando no había un peligro inminente era el momento para llevar a cabo los planes de prevención, así estaban listos para cuando fueran necesarios.
La primera propuesta firme fue construir una red de misiles que pudieran ser lanzados para desintegrar los objetos peligrosos cuando se acercaban. Pero no era una solución efectiva. No había garantía de poder romperlos en trozos suficientemente pequeños como para que carecieran de todo peligro. Era muy posible que un pedazo de asteroide fuera suficiente para causar toda clase de cataclismos.
Se necesitaba una solución más drástica. Y se llegó a la conclusión de que, si un impacto era inevitable, lo que hacía falta era un escudo. Que los objetos impactaran en otro lado, no en la Tierra. Si se podía rodear al planeta con una capa protectora que absorbiera los golpes, el planeta estaría a salvo.
Luego de una serie de estudios, se decidió construir una esfera de cristal de un diámetro tres veces mayor al de la Tierra. Ese tamaño permitía que los satélites orbitaran en su interior. Además, en el caso de que se previera un impacto, podía reforzarse la zona a ser afectada, para mayor seguridad.
La esfera estaba sostenida por una estructura de acero que separaba las distintas placas de vidrio. Este diseño modular permitía una reparación sencilla. También había dos satélites que estaban atados al lado exterior de la esfera, con la suficiente capacidad para hacer fuerza y compensar un impacto fuerte. Este era uno de los varios reaseguros para evitar que el impacto de un meteorito hiciera que la esfera impactara en la Tierra, y que a su vez las antípodas del planeta impactaran en el otro lado de la esfera, generando un efecto de rebote capaz de marear a todos los seres vivientes.
Algunos grupos ambientales expresaron preocupación de que la esfera pudiera causar un efecto invernadero no deseado. Pero los diseñadores tuvieron en cuenta la posibilidad. La esfera fue equipada con una especie de aire acondicionado, que se alimentaba de energía solar para generar una corriente fría, y eliminaba el calor hacia el espacio.
La esfera se inauguró y cumplió sus funciones normalmente, sin provocar efectos visibles en la superficie del planeta. Hasta que, después de una temporada particularmente húmeda, las estrellas dejaron de verse. La Luna se divisaba, aunque borrosa. Todo el mundo tuvo claro cuál era el problema: la esfera de cristal se había empañado.
Por fortuna, la situación había sido prevista. El aire acondicionado de la esfera venía equipado con un desempañador. Las autoridades de la esfera ordenaron ponerlo en marcha a toda capacidad. Así se hizo. Sin embargo, el problema no se resolvió. Pronto quedó claro que el cristal estaba empañado del lado de afuera.