La hoja llena

La hoja vacía invita a escribir. Puede ser difícil saber qué escribir, porque todas las direcciones están disponibles. A veces la cantidad de opciones intimida un poco. Pero es un problema menor. La hoja vacía se soluciona escribiendo, pensando, formulando problemas y resolviéndolos. Es un ejercicio sano.
El problema está cuando la hoja está llena. Ahí es difícil escribir. Ya hay una dirección establecida. Lo que hay que decidir es si continuarla o desviarse. No hay más alternativas. Lo que escribamos está condicionado por lo que ya está escrito. Será también leído. Es necesario tener conciencia de lo que está escrito, por nosotros o por ajenos. De cualquier modo, aunque lo ignoremos, seremos consecuentes.
La hoja llena presenta una gran responsabilidad. Puede percibirse como una restricción a la libertad de escribir, pero esa restricción es muy menor. Se restringe un poco la forma y un poco los temas. La libertad para escribir nos la damos nosotros mismos. La hoja llena nos condiciona. Nos hace cuestionar nuestra propia libertad. Nos fuerza a elegir algo que tal vez no habríamos elegido.
Pero también nos permite continuar un diálogo. Participar en la comunicación entre generaciones. Continuar el trabajo hecho por los demás.
El mundo ya está empezado. No lo vamos a empezar otra vez. Lo vamos a continuar de acuerdo a cómo es. Podemos retocarlo, transformarlo o destruirlo. Ésa es nuestra elección, hasta que entreguemos esa hoja llena a los que nos sucedan.