Llegan los migrantes

Llega la primavera, y con ella los migrantes. Después de haberse ido al otro hemisferio al comienzo del otoño, los mosquitos vuelven a hacerse presentes, con la puntualidad de todos los años.
Los mosquitos emprenden dos veces por año un viaje titánico en proporción a su tamaño. Pero no lo hacen solos. Son millones los mosquitos que viajan juntos, acompañándose mutuamente. Forman una espesa nube oscura que se mueve de norte a sur y de sur a norte, según la época del año, buscando el calor.
Atraviesan desiertos, tundras, mares, ríos, costas, selvas tropicales, todo en un esfuerzo por escaparse del frío, por mantenerse en un clima agradable. Es un misterio cómo saben qué dirección tomar, pero lo hacen con gran precisión, porque siempre vuelven a los mismos lugares en la misma fecha.
El viaje es todavía más notable cuando se tiene en cuenta que la vida media de un mosquito se mide en días, con lo cual el grupo debe hacer numerosas pausas en aguas estancadas para poder renovar las generaciones. Una vez que los nuevos mosquitos están en condiciones de volar, todos parten hacia la misma dirección que tomaron sus padres. Sus descendientes lejanos llegarán a destino junto con la primavera.
Salvo por esos momentos de reproducción, los mosquitos se mantienen en el aire. No necesitan bajar a alimentarse. ¿Cómo consiguen nutrición? Simple: cuando cada uno tiene hambre, revolotea hasta la golondrina más cercana y la pica.
De este modo los mosquitos, como especie, consiguen recorrer el mundo. Pronto estarán por aquí y se instalarán durante la temporada de verano. Cuando se produzca la llegada, conviene usar repelente, pero también vale la pena tomarse un instante para reflexionar acerca de la gran travesía que debieron realizar los mosquitos para llegar a estar entre nosotros.