Lluvia de electrodomésticos

Como estaba previsto, se nubló. El servicio meteorológico indicaba precipitaciones para esa tarde. La gente había salido preparada. Muchos llevaban paraguas, otros sobretodos. Un tercer grupo planeaba desafiar a la lluvia con su coraje.
Sin embargo, los meteorólogos no habían aclarado qué clase de precipitaciones predecían. La gente se sorprendió al ver que, en vez de agua, del cielo caían televisores, microondas, heladeras, hornos, multiprocesadoras, minicomponentes, tostadoras, teléfonos, sandwicheras y otros artículos para el hogar.
Al ver lo que ocurría, los peatones se protegieron para evitar que sus cabezas fueran impactadas por los obsequios que, misteriosamente, el cielo les estaba ofreciendo. Se colocaron bajo balcones y zaguanes. Por suerte, el viento no era lo suficientemente fuerte como para trasladar los electrodomésticos que se movían verticalmente y no hubo que lamentar víctimas.
La lluvia duró pocos minutos. Cuando paró, la gente empezó a salir de los lugares donde se había protegido. Todos querían llevarse algún electrodoméstico como recuerdo del extraño suceso. En menos de una hora las calles, que habían quedado tapizadas de artículos, fueron limpiadas por sus habitantes.
Pero todos se llevaron un chasco. Cuando quisieron utilizar sus nuevos aparatos, se encontraron con que el impacto contra el duro cemento de la ciudad los había inutilizado.