Lo nuestro no existe

Nuestra relación siempre se basó en la más completa indiferencia. Cada uno sabía que el otro existía, y a ninguno de los dos nos importaba. Éramos parte del fondo. Así como hay nubes que aparecen y desaparecen, cada uno de nosotros podía estar o no estar. Desde el punto de vista del otro, no hacía diferencia.
Nunca hablábamos. Capaz que nos cruzábamos. En esos casos se producía algo de comunicación. Nos mirábamos lo suficiente como para saber que alguno se iba a correr, entonces ambos podíamos seguir nuestro camino sin interrupciones.
Estaba establecido así, aunque nadie había tomado la decisión de que así fuera. No nos caíamos mal, simplemente vivíamos nuestra vida, sin ejercer ni buscar influencia entre nosotros. Cada uno de nosotros se relacionaba con gente, incluso con varias de las mismas personas, pero nunca se nos ocurrió la posibilidad de relacionarnos.
Ni siquiera nos tomábamos el trabajo de ignorarnos. No era una cuestión de decidirlo. Simplemente, cuando se repartieron las barajas aparecimos en mundos diferentes, con nada en común, sin razones que nos atrajeran. Y al crecer, crecimos hacia lugares distintos. Nuestros caminos, ya separados, se fueron separando más. Y no nos extrañamos, ni nos detuvimos a preguntarnos por el otro.
Yo, a veces, me acuerdo. Se me ocurre la posibilidad de reestablecer algún tipo de relación. O de establecer. Pero no hago nada. No me importa lo suficiente. Aunque sí tomé nota de la inexistencia de esa relación. Me pregunto si la otra parte también lo sabrá.