Luces lejanas

Para la construcción de un observatorio astronómico es fundamental que la ubicación sea apropiada. Debe tener poco movimiento atmosférico y evitar la interferencia de luces cercanas. Por eso los observatorios suelen ser instalados en lugares desérticos.
Es el caso de El Leoncito, ubicado en la Sierra del Tontal, en San Juan. Para llegar a ese lugar se requiere un viaje de decenas de kilómetros por caminos de tierra, en los que no hay nada salvo un paisaje asombroso.
En ese complejo se encuentra el mayor telescopio del país, y su instalación atrajo a unos cuantos turistas que llegaban a la zona para ver el telescopio y se quedaban maravillados por el paisaje. El telescopio atrajo también a cientos de astrónomos ávidos de observar los cielos australes.
Los pocos turistas que llegaron al lugar dieron testimonio de su belleza. Rápidamente la zona se convirtió en un lugar turístico de culto, exclusivo para quienes les llegara el dato de su existencia. La información se iba distribuyendo, y con el correr de los años fueron cada vez más.
En un momento se instaló un hotel cinco estrellas a pocos cientos de metros del observatorio. El gobernador de la provincia, para estimular el desarrollo de la zona, ordenó pavimentar el camino. Pronto se instalaron más hoteles, restaurantes y tiendas de recuerdos que vendían telescopios en miniatura y remeras alusivas a la zona.
La vida nocturna del lugar seguía dominada por la observación astronómica. Los primeros turistas gustaban de mirar las estrellas que brillaban con gran esplendor en el desierto. Pero a medida que la zona se popularizó fueron apareciendo atracciones como teatros, casinos y montañas rusas. El emplazamiento en el desierto hizo que El Leoncito se ganara el mote de “la Las Vegas argentina”, y ese apodo le trajo más popularidad. Los hoteles y casinos empezaron a competir por espectacularidad, hasta que llegó un momento en el que sus luces brillantes inutilizaron al complejo astronómico que había dado origen al centro turístico y ya no era necesario.
Actualmente, los astrónomos que desean observar los cielos del sur suelen recurrir a telescopios chilenos como el Gémini, cuyos constructores tuvieron la previsión de instalar en la cima de un cerro.