Malditas musas

Las musas están aquí. Dictan lo que escribo. Obedezco sus voces divinas. Escribo prolíficamente. Lleno páginas y páginas. En un momento termino. Descanso un rato. Después leo lo que escribí. Otra vez pasa lo mismo. Son todas pelotudeces.
No sé por qué lo hacen. Me tienen podrido. Podrían inspirarme algo bueno. Pero no, no quieren. Están en mi contra. Me hacen perder el tiempo. Me hacen gastar papel. Me hacen desconfiar en mí mismo.
No creo que les falte talento. Tal vez ya no lo tengan. Sólo sé que no me llega. Deben ser musas truchas. Tengo que dejar de darles bola.
No debería dejarlas entrar. No me traen más que problemas. Pero no puedo con mi generosidad. Cuando las veo me ilusiono. Pienso que me van a dictar algo genial. Siempre me equivoco. Para mí que me están cargando.
Tengo que confiar más en mí mismo. Debería escribir algo bueno sin ellas. Debería reconocer la estupidez mientras me dictan. Así podría echarlas a patadas. Pero no, soy demasiado bueno. Las dejo entrar y las alimento. Les digo que vuelvan. Sólo cuando se van veo lo que me dejaron. Y ahí me indigno.
Pero ahora es distinto. Ya me cansé. Basta. Es hora de prescindir de ellas. Voy a cerrar la puerta con llave. Y voy a escribir lo que yo quiera.