Me tragó la tarjeta

En general, en los supermercados, trato de evitar las cajas que son operadas por hombres. Por alguna razón, encuentro que las mujeres suelen hacer mejor ese trabajo. Le ponen más ganas, son más prolijas. No sé por qué, pero cuando voy al supermercado no es para conocer el origen de las costumbres. Mi prioridad es hacer rápido.
Ese día me atendió un cajero hombre. A veces no es posible encontrar una mujer. Ocurre seguido que las cajas atendidas por hombres tienen menos cola. Y a veces vale la pena ir a ésas, porque por más que atienda un hombre uno sale del supermercado antes.
Debo admitir que no era un supermercado de los que mejor se preocupan por atender al cliente. Pero era el más barato, entonces algunos de los problemas se le perdonan. De todos modos, es medio exasperante que haya muchas cajas cerradas, que no funcionen las cintas transportadoras, o que no tengan posnet en todas las cajas. Es cierto que hay gente que paga en efectivo, pero no creo que sean muchos los que hacen compras grandes y pagan con parva de billetes.
En este caso, el posnet del sector estaba en otra caja. Cuando le presenté la tarjeta para pagarle, el cajero pegó un grito para que se lo trajeran. Desde otra caja le gritaron que lo estaban usando, entonces me dijo que esperara un momento. Acepté, y me dediqué a guardar las cosas en las bolsas.
En un momento miré al cajero y me encontré con que, mientras esperaba, estaba chupando mi tarjeta. Se la pasaba por los labios y la lengua. No me gustó lo que hacía, pero no sabía cuál era la etiqueta en estos casos. No tenía ganas de ponerme a discutir con el tipo. Se me ocurrió decirle que no era muy sanitario lo que hacia, pero pensé que lo más probable era que lo supiera y no le importara.
Decidí, de todos modos, que era pertinente decirle que me estaba babeando toda la tarjeta. Pero ya era tarde. Cuando me quise acordar, se la había introducido en la boca y se la había tragado.
Esto causó varios inconvenientes. Llamé rápido al personal de control de cajas para decirles lo que había pasado. Tenía miedo de que se asfixiara. En seguida llamaron al departamento médico, pero no se la pudieron hacer escupir. Ya había hecho un trayecto demasiado largo en el aparato digestivo, estaba a merced de los jugos gástricos. Pero iba a sobrevivir. Eso era lo importante.
Pude pasar a lo menos importante, que era pagar la mercadería. El problema era que ya no tenía la tarjeta, por culpa de la acción del cajero. Tampoco tenía efectivo, ni otra tarjeta. Así que, en atención al inconveniente que me habían causado, me dieron un vale para pagar otro día, cuando pudiera. También me dijeron que me iban a devolver el importe de la reposición.
Me fui del supermercado y tuve que llamar al banco para que me la volvieran a emitir. Cuando me preguntaron qué había pasado, les dije “el cajero me tragó la tarjeta”. Pero me entendieron otra cosa, así que les tuve que explicar todo esto.