Mi pausada existencia

Mi vida no es tan anormal. Todos tienen alguna excentricidad. Algunas traen problemas con el resto de la sociedad. Por ejemplo, la gente que tiene algún rasgo físico distintivo, como la calvicie, muchas veces sufre rechazo. No es lo que me pasa. Mi problema es más bien neuronal, supongamos. Lo que ocurre es que entro en
pausa, así de la nada, cuando estoy en el medio de alguna actividad me detengo durante unos segundos, para después regresar a ella como si nada hubiera pasado. ¿Qué experimento durante las
pausas? No podría decirlo. No las percibo, para mí no hay interrupciones, sólo me doy cuenta por la reacción de los demás, que se alarman ante mi súbita falta de acción. Lo único que a veces veo es ciertos cambios de lugar de la gente que está alrededor. Por ahí estoy en el medio de una conversación y mi interlocutor de repente no
está más. Antes me enojaba, ahora los comprendo. En su lugar, seguramente haría lo mismo. Pero frustra. Imagínense, uno está charlando animadamente, con alguien interesante, muy metido en lo que habla y de repente, en el medio de una frase o pala
bra, el otro no está más. Sin embargo, también lo puedo ver desde el punto de vista del otro, y francamente no sé cómo no me han encajado una trompada en todos estos años. Aunque, ahora que lo
pienso, puede ser que me peguen y no no sólo no me dé cuenta, sino que no pueda hacer nada para evitarlo. Tal vez esos hipotéticos golpes expliquen los
moretones que cada tanto me aparecen. Por lo demás, mi vida es razonablemente normal. Hay algunas actividades que no puedo hacer, como manejar, porque me doy cuenta de que puede ser peligroso. El registro igual lo tengo, me lo dieron porque durante la prueba no tuve ningún episodio. En el único momento en el que me pasó fue cuando me
sacaron la foto, y fue justo cuando el fotógrafo me pidió que me quedara quieto, entonces nadie se dio cuenta. Salí muy bien.
Otra actividad donde tuve dificultades es cantar en el
coro. De repente, todo el coro estaba en una parte de la canción y yo estaba atrasado. El director al principio trató
de manejar el problema, me usó para producir cánones inesperados. Algunas veces salió bien, pero un día que teníamos un festival de coros mi pausa duró un rato más largo y sólo volví a cantar cuando ya estaba en escena el coro siguiente. Eso hizo que nos echaran, y entonces el director decidió que ya tenía suficiente con mi
patología, y me echó a mí también.
A veces me resulta útil. Me ha pasado de tomarme un colectivo y percibir que llegaba en un instante. Aunque también me pasó de estar por bajarme y aparecer más allá de la parada. Una vez volví en mí cuando los que estaban atrás me pu
teaban por haberme ubicado justo frente a la salida. Y, la verdad, desde su punto de vista tenían razón. Pero no consideraron que yo podía ser una persona con problemas. La gente es muy rápida para putear
. La mayor dificultad, sin embargo, es caminar por la calle. No por la vereda, sino cruzar las calles. Trato de ir siempre acompañado, porque si me agarra una pausa en el medio de una avenida, puede ocurrir que cambie el semáforo y me pise un
rodado, entonces me moriría sin darme cuenta. No sé, en
realidad, si la gente se da cuenta de que se muere. Quizás se percibe lo mismo que en mis pausas. Tal vez son muertes, y he resucitado muchas veces en esta vida (o en esta
s vidas). Aunque, ahora que lo
pongo en palabras, tal vez la vida misma sea una pausa entre dos períodos mucho más largos de inexistencia. Es
posible que lo mío sean sólo manifestaciones intermitentes de ese vacío inicial y final. Tal vez estoy experimentando la muerte en cuotas. En ese caso, es posible que en cualquier momento me agarre una pausa y nunca