Monedas mágicas

Dicen que existió una moneda de la fortuna. Aquel que la poseía era afortunado en los negocios y prosperaba rápidamente. Cuando la gastaba, el receptor pasaba a ser el afortunado. Así, la suerte se turnaba entre muchas personas.
Existió también la moneda de la felicidad, que proporcionaba la dicha durante el lapso en el que su poseedor la mantuviera en su poder. Había, además, monedas del amor, de la salud y de la inmortalidad.
Junto con ellas, el Banco Central había emitido monedas de la desdicha, el desamor, la enfermedad y la muerte. Todas las monedas circulaban entre las de curso legal y afectaban la vida de quienes se topaban con ellas.
Los poseedores no sabían que estaban ante monedas mágicas. En ocasiones alguien mantenía una en su poder durante un tiempo prolongado, por casualidad, y experimentaba los poderes de la moneda sin atribuirlos a ella. Luego, indefectiblemente, la gastaba y su suerte volvía al cauce normal.
Con el tiempo, las monedas de la suerte dejaron de circular. Los cambios de denominación hicieron que la gente ya no aceptara dinero sin vigencia. Los dueños transitorios de las monedas de la suerte las guardaron y olvidaron su existencia. Su fortuna sigue siendo afectada por las viejas monedas, y siguen sin saberlo.
El Banco Central, por su parte, hace muchos años que abolió la práctica de acuñar monedas de la suerte. Hoy sólo se dedica a la fabricación de meros centavos.