Pioneros del Everest

El primero que escaló el Everest tuvo un mérito enorme. A veces se confunde al dar crédito: el mayor mérito es haber escalado la montaña. El hecho de haber sido el primero en hacerlo no es para despreciar, pero en general es más que nada una casualidad temporal. Si no lo hacía ése, alguien lo iba a hacer.
Por eso, los que escalaron el Everest más tarde también tienen enorme mérito. Está bien, lo hicieron sabiendo que se podía, y tal vez utilizando la experiencia de los anteriores. Eso les puede quitar un poco de mérito, porque a medida que se repite la hazaña se va allanando un poco el camino. Pero igual escalar el Everest es muy difícil y el que lo logra es digno de mucho respeto.
O era. Porque ahora ya perdió la gracia. Desde que asfaltaron la subida del Everest ya no hay que hacer tanto esfuerzo. Cualquiera lo logra. Ahora van los turistas y compran el paquete para subir en combi a la cima del Everest como si nada. Algunos lo hacen durmiendo mientras maneja otro. Y encima hay largas colas para llegar, el lugar se ha convertido en un gentío.
Pero los montañistas intrépidos encontraron la manera de devolver el vértigo al asunto. Ahora en lugar de escalar la montaña, escalan los autos. Trepan uno a uno, con las dificultades que acarrea la actividad. Los autos se mueven, generan viento alrededor y exhalan gases tóxicos que el montañista debe superar. Es una tarea difícil, pero al llegar a la cima y pararse arriba del auto que circunstancialmente esté sobre ella todo vale la pena. Se genera la satisfacción de lograr algo que está al alcance de unos pocos.