Sin aplauso

Existen algunos lugares chicos que se usan como espacios artísticos. Organizan espectáculos de distintas vertientes, que no suelen tener gran convocatoria de público. Son lugares informales, casas que se abren a los artistas. No tienen las comodidades de un auditorio. Es difícil que haya un escenario diferenciado. El público se sienta donde puede, en sillas, sillones o banquitos dispuestos para ese fin. Desde ellas, puede disfrutar del espectáculo que se monta en el mismo suelo, en una situación de igual a igual con los artistas.
Muchos de estos lugares tienen la limitación de no estar acustizados, y es por eso que reciben quejas de los vecinos. Sin embargo, las quejas no son tanto por el contenido artístico, que suele ser música amplificada, sino por su consecuencia inmediata: el aplauso. El ruido del aplauso encanta a los artistas, pero interrumpe el sueño de los vecinos, que lo único que quieren es vivir una vida plácida en su casa.
Sin embargo, no se puede hacer una función artística sin aplausos. Se genera un vacío incómodo, que es inmediatamente llenado por aplausos clandestinos, porque el público entusiasmado no se deja prohibir. Por eso, y para evitar problemas, se ha arribado a una solución creativa: reemplazar el aplauso por el chasquido de dedos. Esto genera un ruido mucho más leve, pero presente y sostenido, que ocupa el lugar del aplauso y permite la convivencia saludable entre artistas y vecinos.
Pero los mayores beneficiarios de esta costumbre no son ellos, sino los mosquitos. Los insectos saben que en estos lugares encuentran abundancia de humanos, y disfrutan de la prohibición del aplauso. Entonces concurren masivamente, como si fueran atraídos por la cultura.
Las personas que concurren a los espectáculos se encuentran con grandes nubes de mosquitos y con el hecho de que están desarmados y no los pueden enfrentar. Además, están más interesados en el espectáculo que en concebir estrategias para librarse de los mosquitos. Sólo atinan a sacudir los brazos cuando ven que alguno se les acerca.
Los mosquitos permanecen en vuelo, amenazantes, durante todo el espectáculo. Los artistas y el público los miran con miedo. Y los vecinos no entienden qué es lo que produce ese zumbido ensordecedor.