The road not taken

Simón no nació en una fecha que resultara particularmente significativa. Tampoco lo hizo en un lugar que le garantizara grandes oportunidades para su vida. Su arribo al mundo no generó gran atención, ni conmovió a la opinión pública.
Simón no se destacó en la escuela. Sus maestras no notaron su enorme capacidad intelectual. Esto es porque no tenía tal capacidad. De cualquier manera, no tuvo graves problemas académicos. No se solía meter en aprietos y no tenía muchos amigos.
No fue a la universidad pública. No tuvo que traspasar innecesarias barreras burocráticas. No hizo una carrera muy exigente, ni muy larga, ni muy prestigiosa. No esperaba mucho de la vida.
Su vida laboral no es lo que nos ocupa. No es que su vida personal fuera muy interesante. No es que hubiera algo muy sorprendente que revelar. No dijimos que Simón no siguió el destino que se le auguraba. No consiguió enorme trascendencia en la sociedad. No es que la buscara. No se dedicó al boxeo ni ganó millones en la bolsa.
No obstante, no tardó en formar una familia. No formó una familia muy numerosa. No quiso que su familia tuviera el mismo destino que él. No estaba conforme con su vida. Como consecuencia, no se quedó quieto. No puso objeciones en estimular los intereses de sus hijos. No reparó en gastos para ellos. No se asustó ante ese desafío. No iba a dejar que les pasara algo. Algunas veces ellos no creían estar a salvo de las inclemencias meteorológicas. Simón no vacilaba en decirles que no tuvieran miedo, que no les iba a pasar nada.
Simón no fracasó. Sus hijos no siguieron su camino. No le agradecieron su influencia, no estaban anoticiados de ella. Simón no les había dicho. No le había parecido oportuno. De todos modos a Simón no le importaba la ausencia de agradecimiento.
A la edad de jubilarse, Simón no trabajó más. No quería ir más al centro. No quería pasar horas de su vida en el transporte público. No estaba en condiciones de aguantarlo.
No llegó a la vejez en las mejores condiciones de salud. Sus hijos no tenían tiempo de ocuparse de él. Pero no quiso ir a un geriátrico. No era una institución que le resultara grata.
En un momento, no le quedaban demasiadas razones para seguir viviendo. No tenía nada que hacer en el mundo. Pero no le llegaba la hora. No contempló poner fin a su vida, no era su estilo. Igualmente no tenía muchos estímulos, y no soportaba mucho su situación.
No debió esperar mucho más. No le quedaba mucho. Un día no se despertó. No respiraba. Simón ya no existía.
No se le hizo velatorio. No era de su agrado, y además no tenía muchos amigos. Sus bisnietos no llegaron a conocerlo.
Hoy no se lo recuerda muy seguido.