Cómo pienso que pienso

Quiero pensar que pienso, y para pensar que pienso, pienso cosas que parecen pensadas. Cuando pienso esas cosas, que no necesariamente están bien pensadas, pienso, y pienso que pienso. Y como pienso que pienso, no necesito pensar nada más. Me conformo con pensar eso, porque no estoy muy seguro de poder pensar todo lo que es necesario pensar.

A veces dejo que los demás piensen por mí, y pienso lo que piensan los demás. Puedo transformar su pensamiento en el mío, y lo puedo procesar, para pensar lo mismo pero de otra manera. De este modo no tengo que elaborar lo que pienso. Lo dejo en manos de profesionales, que saben lo que piensan, y tengo un pensamiento listo para usar, mucho mejor que el que podría pensar yo solo.

Cuando pienso que pienso esas cosas, en el fondo sé que no soy el que las piensa. Sin embargo, en ese momento las estoy pensando. Que no haya sido el primero en pensar algo no significa que no lo pueda pensar. Tal vez no pueda desarrollarlo desde otro pensamiento, y necesite tomarlo de alguna usina existente. Pero todos tomamos pensamientos de los demás. O eso es lo que pienso. En principio no tiene nada de malo.

El problema está cuando viene alguien y trata de que piense algo a partir de lo que le digo que pienso, que es lo que pienso que pienso, y por lo tanto lo que pienso. Me enoja cuando ocurre eso, porque siento que no tengo tanta responsabilidad por lo que pienso. No soy el que desarrolló ese pensamiento. Simplemente lo pienso. Y si alguien quiere discutirlo, es preferible que vaya a la fuente. No conmigo, porque no tengo todos los elementos. Qué sé yo, tal vez tengan razón los que piensan otra cosa. Pero no lo sé. Cuando mi pensamiento entra en conflicto con otro pensamiento, no sé qué pensar. Y pienso que lo mejor es no pensar.