Copia de respaldo

Nunca quise teletransportarme. La idea de una máquina que me desintegre y transmita datos para volver a formarme en otro lado no me resulta atractiva. Pienso que el que aparece en el destino no sería yo. Aquellos que se teletransportan pierden su identidad al hacerlo. Aunque en realidad no. Pierden su cuerpo. La identidad es lo único que conservan.
Por eso prefiero transportarme con medios más tradicionales. Sé que parezco uno de esos tipos que no querían viajar en avión habiendo barcos. Pero soy así, qué quieren que haga. Igual somos unos cuantos. Por suerte la industria aeronáutica todavía se sostiene, aunque no es lo que era. Como hay pocos aviones circulando, hay mucha gente en cada uno. Hay poco lugar, tenemos que viajar parados. El transporte aéreo es para los pobres. La gente que puede ahorrar un poco de plata elige siempre teletransportarse, debido a sus ventajas innegables.
A mí me sigue gustando apoyarme en el respaldo, dejarme levantar por el aire y ver el suelo lejano bajo mis pies. Sé que muchos lo consideran innecesario. Pero piénsenlo, tiene algo especial. Además, me parece menos riesgoso que los métodos modernos.
Sé lo que van a decir. El teletransporte es el método más seguro que existe. Las mejoras en transmisión de datos en los últimos años han sido espectaculares. Ya no existen las mezclas de ADN que se producían en una época. Hace varias décadas que ocurrió la última teletransportación en la que el pasajero llegó con tentáculos en vez de brazos. Lo reconozco. La tecnología ha mejorado. Ahora hay redundancia en los paquetes de información, y la transmisión digital hace que llegue todo tal como fue enviado. Pero lo que llega sigue siendo una copia. El original perece en el telepuerto de origen. Entonces es mucho más seguro ir en avión, por más que haya accidentes cada tanto, porque de la otra manera dejo de existir seguro.
Pero, además, tengo otro tipo de resguardo. No me cierro a la tecnología. La plata que me ahorro al viajar en avión la derivo a una aplicación parcial de la tecnología del teletransporte. Todos los años hago una copia de seguridad de mí mismo.
Lo único que tengo que hacer es la primera parte del proceso del teletransporte. La máquina me escanea. Pero no transmite mis datos, ni me destruye, sino que a continuación hago que guarde en un disco rígido esos datos. Me llevo ese disco y lo guardo en un lugar seguro, previo back up. De este modo tengo dos copias de mí mismo, por si llega a pasar algo.
Entonces, si el avión en el que viajo se llega a caer, en mi testamento hay instrucciones para que se active la otra parte de la máquina, y se materialice la copia. Que, es cierto, sigo pensando que no sería exactamente lo mismo que yo, pero es mejor que haya una copia exacta de mí mismo que dejar de existir redondamente.
Esto tiene otras ventajas. Por ejemplo, si me llegan a descubrir alguna enfermedad prevenible, no tengo por qué molestarme en hacer el tratamiento. En su lugar, no tengo más que abrir una de las copias viejas, de antes de desarrollar la enfermedad, y activarlo. Tengo que reemplazarme por él, porque no es cuestión de que haya dos copias de mí. Pierdo las experiencias que he tenido desde el día que hice ese back up en particular, pero gano en salud y en juventud. Para prevenirme de cualquier tipo de dificultades que pueda enfrentar, una vez por mes escribo una carta dirigida al yo del pasado que puede reemplazarme en el futuro. Detallo ahí lo que he vivido en esas semanas. No puedo transmitir los recuerdos originales, pero por lo menos una copia escrita es mejor que la no existencia.
Así no sólo voy a mantener la salud. También la juventud. Si quiero, puedo no pasar nunca los treinta años. Y lo más importante no es mantenerme en salud, es seguir vivo. Al reciclar mi cuerpo, puedo ir teletransportándome de época en época, de a saltos. Así, voy a poder vivir muchos siglos. Incluso voy a poder elegir qué edad tener en cada uno.
Las copias digitales son inagotables. Puedo volver a usarlas todas las veces que quiera. No pierden calidad en cada generación. Así que puedo estar eternamente como nuevo, listo para enfrentarme a lo que cada siglo futuro quiera poner en mi camino. Y sin miedo de morir en el intento.