Eyección

Ya se había hecho de noche cuando pasé por una vidriera en la que había espejos. No tenía pensado detenerme, en general no me paro a ver vidrieras, sin embargo me llamó la atención verme. No porque pensara que había otro yo ni nada parecido, sino porque noté que tenía algo en el pómulo. Era una mancha blanca, bastante grande.
La miré con detenimiento. Por suerte la vidriera tenía luces prendidas. Me dí cuenta de que era un grano que estaba en un momento inmejorable para ser explotado. No podía dejar pasar la oportunidad. Prometía ser una eyección importante, y de paso iba a dejar de andar por la calle con ese enorme grano a la vista de todos.
Con la mirada en la imagen que se reflejaba en el espejo, coloqué los dos índices en posición. Comencé a presionar sobre el grano, dejando cada vez menos espacio entre los dedos. Gracias a la práctica que tuve durante muchos años, en los que depuré mi técnica, la pus no tendría más escapatoria que salir disparada de mi cuerpo. Lo que no esperaba era que saliera con tanta fuerza.
Fue tan grande el disparo que me caí al suelo. La pus, en tanto, se elevó por los aires hasta una altura inusitada. Pronto la perdí de vista, pero seguí mirando hacia arriba para verla bajar. Sin embargo, no cayó. Se siguió elevando por encima de los edificios y de repente explotó, generando un luminoso espectáculo.
Así que ya saben. Si vieron fuegos artificiales el otro día, es probable que haya sido yo.