Hablar sin vos

Me gusta hablar con vos. Pero nunca estás. Has decidido mantenerte lejos de mí. O tal vez no, sólo estás en otra parte. El resultado es que no te tengo cerca, y esas charlas con vos no son tan frecuentes.
Por suerte, tengo otras alternativas. Mi imagen de vos no es estática, sino que va cambiando. Te veo en mi mente como una persona. Alguien interesante, con ideas propias. Entonces, cuando no estás cerca, recurro a esa versión de vos. Y tengo apasionantes conversaciones con vos en tu ausencia.
Es casi como tenerte conmigo. Ni siquiera tengo que hablar yo. Estoy haciendo mi vida, y en cualquier momento puedo entablar una conversación con vos. Por ahí venís y me hacés algún comentario sobre lo que estoy haciendo. Entonces te explico mi razonamiento. Y como solés hacer cuando estás, te ponés a buscar agujeros. Objetás. Me decís que no estás de acuerdo. Pero yo sé que eso es por tu punto de vista y tu manera de pensar. Entonces, con paciencia, voy destruyendo tus argumentos, uno por uno. Algunos son más difíciles, porque me retrucás debilidades en los míos. A veces sos bastante pesada. Pero no importa, porque tarde o temprano te termino convenciendo. Así, los dos nos enriquecemos. Yo pongo a prueba mis pensamientos, y vos aprendés algo.
De esta forma, es incluso mejor hablar con vos cuando no estás. Tus palabras pueden ser impredecibles, pero tenemos todo el tiempo del mundo. No te tenés que ir, como cuando estás. Claro que cuando estás y te vas, eso no me impide seguir hablando con vos. Tarde o temprano, estés o no estés y aunque nunca te enteres, te voy a ganar la charla.