Intento de esquiar

Una vez intentaron enseñarme a esquiar. Fui voluntariamente. Tomé la aerosilla, me puse todo el equipo correspondiente. Empecé a caminar sobre la nieve con los esquíes puestos, tratando de balancear el peso extra que llevaba. En general no soy de balancear bien el peso que llevo habitualmente. Caminaba despacio, de a una pierna por vez. No arrancaba el movimiento de la siguiente pierna hasta que la anterior estuviera en posición. Con los esquíes, parecía un pingüino. Y eso que los pingüinos no tienen nada parecido. Sospecho que si se le pusiera esquíes a un pingüino parecería un hiperpingüino.
Había un instructor que estaba intentando mostrarnos cómo se esquiaba. Era italiano, y seguramente sabía esquiar. Lo que no sabía era español. Pero lo intentaba. Entonces hablaba un idioma que nunca existió, y en ese idioma trataba de decirnos cómo teníamos que hacer para lanzarnos por la pendiente de la montaña y disfrutarlo.
No sé si alguno de los otros entendió. Pero lo que yo entendí me quedó claro: esquiar no es para mí. Estoy fuera de mi elemento, no sé manejarme con esos aparatos atados a mis pies. No llegué a verme esquiando, ni siquiera en un futuro lejano. Me sentí perfectamente inútil. Tuve la misma sensación que tengo cada vez que intento silbar.
Tal vez la capacidad para esquiar sea algo innato en las distintas personas. Algunos pueden, otros no. Hay gente que lo hace con toda naturalidad. Transitan la nieve como si siempre lo hubieran hecho, y es su primer intento. Para ellos se hicieron las pistas más avanzadas. Para la gente como yo se inventaron las escaleras.
Me pregunto si los que pueden esquiar son los mismos que pueden silbar. También es una habilidad innata, que le sale naturalmente, sin pensar, a los que la practican. Tal vez sea una manera práctica de identificarlos: quien no sepa silbar, que ni intente esquiar. O tocar la guitarra. O comer acelga, treparse a una soga, entender por qué alguien iría a un casino, distinguir dulce y salado, arreglar motores rotos, dominar su cabellera ni encontrar las venas de los brazos para sacarse sangre.