La historia oculta

En el corazón de un denso bosque de metáforas brotó una historia. Era difícil de ver, porque las metáforas oscurecían los alrededores. Pero la historia allí estaba, inconspicua, frágil, tímida. Al lado de las soberanas metáforas parecía un yuyo sin futuro. Sin embargo, era una historia que prometía.
Entre tanta metáfora, a veces se colaban en el bosque ideas y conceptos que alimentaban a la historia. Lentamente fue creciendo, hasta que pudo atisbarse su existencia desde afuera del bosque. Hasta ese momento, sólo algunos sospechaban que podía existir. Era una idea teórica, como los agujeros negros en el centro de las galaxias, sin comprobación directa. Pero cuando la historia estuvo lo suficientemente fuerte, se alteró la composición del bosque de metáforas y algunos especialistas con avanzado instrumental pudieron afirmar que la detectaban.
Mientras tanto, las metáforas que formaban el grueso del bosque seguían reproduciéndose. El suelo era una alfombra de metáforas secas que crujían al ser pisadas. Algunas metáforas caían sobre la historia y se unían a ella. Le daban un color más uniforme, y al mismo tiempo la hacían más difícil de detectar.
Pero la historia seguía creciendo. Creció tanto que empezó a elevarse sobre el nivel de las metáforas. Por fin se pudo obtener una confirmación visual de su existencia.
El anuncio del descubrimiento llegó a oídos del autor, quien quiso ver a la historia por sí mismo. Se internó en el bosque para buscarla, como quien busca al Yeti. Caminó los recovecos, maravillándose ante la espesura de su creación, disfrutando del follaje metafórico que apenas dejaba entrar la luz. Hasta que divisó de lejos la historia. Corrió hacia ella y la miró desde el suelo. Aunque no logró ver la punta, se hizo la idea de que desentonaba en ese lugar. Por eso decidió talarla.
Hoy el bosque de metáforas está impoluto. Hay más metáforas que nunca. Los pocos que entran se pierden de inmediato.