Lo que quiero decir

Lo que usted acaba de leer no es sólo lo que usted acaba de leer. Es eso, claro, pero en un sentido más profundo no es eso. Es mucho más. Un texto no se acaba en lo que dicen sus palabras. Usted es un salame si se queda sólo con eso. Se está perdiendo un mundo de significados poéticos.
Capaz que usted se piensa que con leer un texto alcanza. Pero no. Lo tiene que analizar. Usted tiene una responsabilidad sobre lo que lee. No se lo sacó de encima cuando llegó al punto final. Ahora es su deber empezar de nuevo. Tenga a mano algo para anotar. Fíjese lo que observa, después observe de nuevo y vuélvase a fijar.
Sólo así podrá descubrir lo que el texto realmente quiere decir. Los textos buenos son como los estereogramas. Sólo si usted ajusta correctamente su mirada podrá acceder a la profundidad. Hay gente que se queda en las formas abstractas, que tienen su atractivo pero no son la razón por la que un autor escribe.
Porque yo, como autor, no estoy pensando en la superficie del texto. Sí, la cuido, porque me gusta que por fuera esté brillante. Pero también pongo subtextos. ¿Cómo se le ocurre que no voy a hacer algo así? ¿Por quién me toma? Si no hiciera eso, mi escritura sería sólo escritura, y no alcanzaría el grado de Literatura que ahora sí tiene.
Lo que le propongo, entonces, es que ahora, cuando termina este párrafo y por lo tanto el texto, no lo deje así nomás. Vuelva arriba. Lo hice cortito para facilitárselo. Léalo de nuevo y fíjese si percibe lo que realmente le quiero decir.