Peatones de Once

El barrio de Once es una gran senda peatonal. Los peatones usufructúan a toda hora su derecho de libre tránsito y prioridad de paso. Los conductores de automóviles, cuando entran en el barrio, saben que lo tienen que hacer con precaución. Allí son visitantes. En el resto de la ciudad pueden mandar ellos, pero en Once el peatón es rey.
Las calles son extensiones de las veredas. Los cordones meros accidentes de terreno, poco diferenciables de los otros desniveles que existen en el resto del suelo. Los peatones prefieren caminar por las veredas, que es donde están más cerca de los negocios y sus vidrieras. Pero no todos lo consiguen. Por eso deben desbordar. Ocupan las calles para esquivarse entre sí, y para evitar obstáculos como puestos ambulantes, letreros y motos estacionadas.
También bajan a las calles para cruzarlas. Para acercarse a otros locales que quieren visitar. O para trasladar productos de un lugar a otro. Los autos frenan cuando los ven llegar. Los colectivos tratan de intimidar con su tamaño, pero saben que no tienen posibilidad. Frenarán, y cuando lo hagan serán rodeados por decenas de personas que querrán entrar en ellos. Al mismo tiempo, muchos de los ocupantes del colectivo querrán bajarse, para disfrutar del ejercicio pleno de la movilidad propia que ofrece el barrio.
No siempre fue así. En otras épocas era un barrio como los demás, donde las personas cruzaban las calles por las esquinas. Quedan todavía marcadas algunas sendas peatonales de esa época. Un testimonio de cuál era el lugar que tenían antes los peatones, y de lo lejos que, a fuerza de cantidad, han logrado llegar.