Pelo de jabón

En la bañera había dos jabones: el jabón de él y el jabón de ella. El de él estaba lleno de pelos. A ella le daba asco. Cada vez que lo veía protestaba por la presencia de esos pelos y el hecho de que él no los limpiara. Por eso había incorporado un jabón propio.
Al jabón de ella, sin embargo, los pelos del jabón de él le gustaban. Le parecían varoniles. El jabón de él con pelos era mucho más atractivo que el lampiño. Pero muchas veces le quedaban desprolijos. Eso al jabón de ella no le gustaba tanto. El jabón de ella tenía un amplio olfato estético. Se trataba de un jabón perfumado. En cambio, el jabón de él sólo se ocupaba de la limpieza. No le interesaba demasiado el aspecto final.
El jabón de ella se acercaba cuando podía al jabón de él. Se deslizaba suavemente hacia su jabonera y, una vez ahí, lo peinaba. Después de unos minutos de suaves maniobras, el pelo del jabón de él quedaba mucho más atractivo. El jabón de ella disfrutaba verlo así. Durante el procedimiento, inadvertidamente un poco de perfume del jabón de ella impregnaba al jabón de él, y también algunos pelos del jabón de él se pegaban al jabón de ella.
Cuando ella se iba a bañar ponía el grito en el cielo. ¿Qué hacían esos pelos en su jabón? Lo acusaba a él de haber usado su jabón para bañarse. Él lo negaba, y la acusaba a ella de lo mismo, por haberlo encontrado perfumado. Entonces ella limpiaba los pelos de su jabón y los alejaba, para que no se pudieran confundir.
Pero apenas ella se iba, el jabón de ella se acercaba de nuevo. Cuando cualquiera de los dos volvía a bañarse, los encontraba en el lugar anterior y pensaba que el otro los había devuelto. A él no le importaba y los dejaba así. A ella la situación la irritaba y los volvía a separar.
El jabón de ella, al deslizarse para peinar al jabón de él, se iba deshaciendo. Los restos de agua que quedaban en la bañera lo desgastaban. Entonces se iba volviendo cada vez más chico y pegajoso. Sin embargo, seguía con la intención de peinar al jabón de él, que seguía siendo fuerte como un hombre.
La última vez que lo hizo ya estaba muy débil. Se apoyó en él para peinarlo pero no pudo volver a salir. No tenía fuerzas. Los intentos de salir hicieron que se quebrara en dos, y entonces decidió quedarse donde estaba, junto al jabón de él. Ambos se fundieron en uno, con los pelos de él uniéndolos.
Cuando él se fue a bañar, no se dio cuenta de lo que pasaba y se enjabonó como siempre. Cuando fue ella, se encontró con que no tenía jabón. Como estaba bajo la ducha, no fue a buscar otro. Decidió lavarse con el de él. Y sin saberlo, se lavó por última vez con el jabón de ella.