Recién mañana

El pan recién hecho me espera con el sol recién salido. Yo, recién levantado, decido que es momento de desayunar en el jardín. Hago tostadas y me las llevo afuera junto con el diario recién impreso. Me gusta sentir el olor de las tostadas mezclado con el de la tinta fresca.
Afuera, pequeños pajaritos recién nacidos me reciben con cantos en estreno. En el pasto hay algunos capullos recién florecidos. Son las primeras flores de la primavera recién llegada. Me sirvo un poco de café. Me encanta el café recién filtrado. Me siento en la silla de hierro verde que está al lado de la mesa de mármol.
Lanzo un suspiro. La ropa recién planchada me da una sensación placentera cuando cubre mi cuerpo recién bañado. Hay algo mágico en esos primeros momentos que después se pierde. Por eso siempre le exijo al personal que tenga todo a punto cuando me levanto. Me gusta sentirme como nuevo.
Escucho el ruido de las cigarras, recién despiertas después de su largo invierno. Cuando termino la tostada, siento el olor del pasto recién cortado. El jardinero recién terminó. Quedan algunos fragmentos de pasto esparcidos sobre el suelo. También hay capullos vacíos pertenecientes a orugas recién mariposas. Las veo entretenerse entre las flores, sorprendidas con el vuelo recién obtenido.
El café está muy fuerte. Le vierto un chorrito de leche. Me gusta cuando está recién ordeñada. Se siente especial, mucho mejor que la que se compra en el almacén. Las tostadas que tengo en el plato ya están frías. Quiero hacer nuevas. Pero me olvidé la campana. Me levanto para pedirle a la cocinera que haga nuevas. Y en ese momento descubro que tengo la ropa toda verde. No me di cuenta de que la silla estaba recién pintada.