Sociedad de asientos

Los que están parados envidian el asiento de los que están sentados. Saben que no tendrán mucha oportunidad de ocuparlos. El recorrido acaba de empezar. Algunos parados lamentan no haberse subido unas paradas antes. Otros trazan estrategias para estar lo más cerca posible del primer asiento que se desocupe, sin saber cuál será.
Los últimos que se sentaron no están cómodos. Tienen el alivio de haber conseguido asiento. Pero les quedaron los últimos. Los peores. Se sienten en el límite de su casta. Es cierto, están sentados; igual envidian los asientos de los otros.
Los otros están en la suya. Leen, escuchan música, miran por la ventana, duermen. Disfrutan de su posición privilegiada y quieren viajar siempre así. Para algunos de ellos el momento de relax no dura. Muchas veces los primeros en subir son también los primeros en bajar.
Este descenso genera tensión. Aquellos que estaban sentados en las filas individuales provocan alegría a los parados cercanos. Quien esté mejor ubicado, pasará a formar parte de los sentados. Su viaje ya no será el mismo. Aunque el que se desocupe sea uno de los peores asientos, su situación mejorará notablemente.
Hay algunos que se bajan sin tener a ningún parado cerca. El abandono de un asiento individual sin receptor inmediato genera expectativa. Todos saben que es necesario actuar con rapidez. Algunos de los que están sentados en condiciones de inferioridad cruzan rápidamente, para convertirse en elegidos. Su asiento anterior será ocupado por parados lejanos, que los resentirán un poco, aunque sabrán que no tienen derecho a quejarse.
Aquellos que están sentados en las filas dobles, del lado de la ventanilla, necesitarán molestar al compañero de viaje. Dependiendo de la personalidad, este individuo se levantará temporalmente de su asiento, cuidando de no quedar muy lejos, y dejará pasar al descensor. Inmediatamente (salvo algunas personas desquiciadas o que se están por bajar) ocupará no el lugar que le pertenecía, sino el que acaba de ser liberado.
Los parados cercanos tendrán una expectativa importante. El movimiento de la persona del asiento del pasillo funcionará como una lotería para saber quién ocupará el lugar vacante: los de un poco más adelante, o los de un poco más atrás. Todos estarán muy atentos. Si alguien se duerme, perderá la oportunidad.
En cada parada, una vez que se produce el movimiento de entrada y salida de los asientos, rápidamente se llega a un equilibrio que no se verá quebrado hasta la siguiente oportunidad en la que un sentado quiera bajarse. Excepto si llega a subir un discapacitado. En ese caso, el que está sentado más adelante, en una de las posiciones más riesgosas y por lo tanto de las últimas en llenarse, deberá ceder su lugar. Pasar al grupo de los parados, donde lo recibirán con silenciosa sorna, mientras el ex sentado fantasea con que al discapacitado recién subido le ocurran toda clase de desgracias.