El nuevo tren fantasma

Dicen que en la línea H existe un tren nuevo. Que está iluminado, con asientos y piso coloridos, y que tiene fuelles que permiten trasladarse de un coche a otro. Incluso, hay quienes aseguran que es una formación de cinco coches, no de cuatro.
Sin embargo, estos testimonios no son tan confiables. Son personas que cuentan lo que otros cuentan que vieron. No se ha encontrado todavía a nadie que pudiera probar su existencia. El tren, dicen, circula, como una formación más. Pero los asiduos usuarios de la línea nunca se han topado con él.
Existen también testimonios de personas que dicen habérselo cruzado en vía contraria. El tren nuevo aparecía, con sus luces refulgentes, y en pocos segundos desaparecía, sin dejar la posibilidad de sacarle una foto. ¿Dónde iría? Tal vez al taller, tal vez estaba en pruebas. Pero hay quienes aseguran que esos trenes fugaces llevan pasajeros. O personas en su interior. No sabemos si personas vivas. Tal vez es un tren del pasado, o del futuro, que está perdido en un limbo y equivoca su horario. Tal vez es una alucinación colectiva.
Hay explicaciones más racionales. Algunos no dudan de la existencia, sino de su carácter de nuevo. Dicen que es un tren recarrozado, pero igual a los existentes en lo mecánico. También tratan de explicar que hay pocas chances de que a una persona determinada le toque un tren determinado. Sin embargo, tales explicaciones no constituyen un argumento convincente. Es cierto que puede no tocarle a una persona en particular, pero alguien se tiene que haber subido, si existe. Y no se sabe de nadie.
No sabemos de nadie. Pero hay personas. ¿Quiénes serán? ¿Serán distintos? ¿Serán siempre los mismos? ¿Habrán bajado alguna vez del tren? ¿Lo habrán tomado? ¿Habrán desarrollado su vida ahí, en una existencia paralela sobre las vías? Tal vez. O tal vez es el tren de la muerte, que se lleva a quienes ya enterrados emprenden su último viaje.

Intención o suerte

Tiene que ser a propósito. Debemos tener el control de lo que hacemos. Saber lo que vamos a hacer, de qué se trata, qué es lo que vamos a desafiar, qué vamos a romper, cómo va a ser el camino. No necesariamente hay que empezar sabiendo todo eso. Pero sí hay que tener una decisión de no dejarse llevar así nomás por todo lo que pasa. Hay que tomar decisiones creativas. Si no, no vale la pena, no estamos haciendo nosotros las cosas. Es el mundo exterior el que se expresa a través de nosotros. Y no debemos prohibir esa expresión del mundo exterior. Debemos abrazarla, controlarla, enfocarla. Darle un toque nuestro.
Porque también tiene que ser accidental. Tenemos que saber cuáles son las variables que no controlamos, y aprovecharlas. Presidir sobre los accidentes. Ver lo que pasa, tomar lo que ocurrió sin que lo planeáramos y usarlo. Cuando lo usamos es cuando viene el control. Pero lo que usamos puede ser un imprevisto. Incluso podemos buscar que sea un imprevisto. A veces vale la pena ir por el azar, siempre que sea lo que queremos hacer.
Es necesario encontrar el equilibrio adecuado entre lo que nos pasa y lo que hacemos. El resultado tiene que ser al mismo tiempo a propósito y accidental. Tiene que ser sin querer queriendo.