Humor sucio

El chiste por el chiste en sí mismo puede ser una experiencia maravillosa. Un chiste bien construido no necesita más que esa construcción. Los elementos que hacen que sea gracioso son el esqueleto del chiste, y no se necesita nada más. Es perfectamente suficiente y razonable parar ahí.
Sin embargo, cada vez más gente está tratando de agregar elementos. Construyen chistes, y no les parece suficiente el chiste en sí. Necesitan que haya otra clase de ingredientes. Necesitan comentario social, sátira, cargar a alguna persona, insinuaciones sexuales, o todo eso. Y el chiste se opaca por todos los agregados, al punto que muchas personas lo dejan de ver como un chiste.
El humor se contamina con contenido. A veces, es cierto, el contenido permite que el humor brille más. Otras veces, el humor es un accesorio del contenido que estaba. Pero si el objetivo es humor, no es necesario contenido. Es necesaria sólo la construcción.
Es difícil. Muchos no saben hacerlo. Muchos más creen que saben hacerlo. El oficio del humor no tiene reglas fijas, y cambia a través del tiempo, incluso de chiste en chiste. Algunos se quedan con fórmulas que encontraron que funcionaban, y con el correr de las décadas van siendo cada vez menos efectivas. Entonces compensan con contenido.
El público se impresiona. El humor que recibieron también venía con lecciones para la vida. Reflexiones para masticar. Cuestionamientos al orden establecido. Todo eso está muy bien, pero no es el humor. El humor es otra cosa. Es necesario tener en cuenta. Si para hacer un chiste debe tergiversarse la realidad, está permitido. Lo mismo si debe llegarse a conclusiones falsas, o que no son de la opinión del humorista. En estos casos, si el creador de chistes se abstiene de hacerlos, ha fallado en su misión.
Los chistes tienen su lugar. Pueden ir de tema en tema sin modificar su estructura básica. Pueden modificar el contenido, sí, porque hemos dicho que el contenido no es el chiste. Pero el chiste en tanto construcción humorística es trasladable.
No siempre parece. Hay gente que sabe esconderlo muy bien. Hay humoristas que tienen un solo chiste en su repertorio, y han construido carreras longevas que consisten en encontrar nuevas aplicaciones para ese mismo chiste.
Esas personas no deberían llamarse humoristas. Humorista es el creador de chistes, no el que los coloca en otro lado. Del mismo modo, sastre es el que hace la ropa, no el que se viste con ella, ni el que viste a varias personas con la misma prenda.
Tratemos de identificar bien lo que vemos y hacemos. Sepamos qué es y qué no es el humor. No lo confundamos con el colorido, que son las parafernalias que nos distraen para que no prestemos atención a la estructura, y así nos pueda sorprender.
El humorista se parece al mago. Debe construir trucos, desviar la atención del público, manejar su expectativa, y rellenar con todo el contenido necesario para poder hacerlo.