Bombones europeos

Hay dos clases de bombones helados: el Suizo y el Escocés.

Nada tienen de suizos o escoceses. Son nacionalidades que se les atribuyen arbitrariamente, del mismo modo que la milanesa napolitana no proviene de Nápoles ni de Milán. Por ese motivo, la Unión Europea no ha establecido estándares para diferenciar adecuadamente ambos bombones. De este modo, los restaurantes argentinos los ofrecen en forma inconsistente, causando confusiones.

El bombón suizo es cuadrado, con las puntas redondeadas. El helado es de crema y dulce de leche, y puede contener un corazón de dulce de leche natural. Al ser bombón helado, está bañado en chocolate. Una cuchara rompe el baño en forma irregular, a menos que se quite con cuidado primero el borde.

El bombón escocés, en cambio, tiene helado de chocolate, y también puede contener corazón de dulce de leche. Es esférico: una especie de bocha sofisticada. A veces puede venir decorado con un poco de crema y una cereza, cuando los chefs consideran que el helado solo es poca cosa.

La diferencia más importante, sin embargo, no es la forma. Uno podría imaginar un bombón suizo redondo, y no sería problemático. La diferencia más natural entre el bombón suizo y el escocés es el praliné: se lo encuentra sólo en el escocés. Un bombón con praliné no puede ser suizo. Es escocés, porque recuerda el estampado de las polleras. Y esa es la mejor manera de recordarlo.

Confiamos en que esta guía ayude a establecer el estándar que hace falta, y la ponemos a disposición de las autoridades pertinentes, para que consideren aplicarla con forma de ley.

Por qué napolitana

La gente quiere ser original. Sin embargo, muchas veces el esfuerzo por ser original no se hace en forma original. Surgen así los lugares comunes. Provienen de intenciones nobles que no han sido ejecutadas con destreza.

Es el caso de la pizza napolitana. Mucha gente quiere evitar pedir lo que realmente quiere, que es mozzarella, porque la consideran una pizza básica. Sobre todo cuando están en grupos de amigos, quieren mostrar sofisticación. Quieren hacerse ver más allá de lo básico, con discernimiento de distintos sabores y texturas.

Pero tampoco quieren ser extravagantes. Rechazan la mozzarella, pero no piden palmitos con rúcula. Tampoco piden mozzarella y jamón, porque no es suficientemente distinta, y aparte puede haber vegetarianos que dificulten la elección. Lo mismo ocurre con la calabresa. Roquefort y provolone generan rechazo por parte de algunas personas.

Les queda entonces la napolitana. Mozzarella con ajo y rodajas de tomate. Otorga no sólo un aire de sofisticación, sino también de vida sana, gracias a esas rodajas. La consideran suficientemente cercana y lejana a la mozzarella como para ser aceptable para todos. Y si les llegan a traer la variante de napolitana que es sin mozzarella, será un error que cometerán sólo esa vez.