Nacionalismo global

Una ola de nacionalismo se desarrolla en el mundo entero.
Los pueblos no quieren dejar de ser pueblos. Se resisten a que la facilidad de comunicarse los transforme a todos en una misma aldea global. Su identidad es algo valioso, del mismo modo que saben que la identidad de los demás es valiosa para ellos. Por eso no quieren perderla, no les gustaría amalgamarse con el resto del mundo. En consecuencia, rechazan los postulados que los llevan a unirse, y quieren mantenerse separados.
Al principio eran grupos aislados, en zonas rurales de algunos países de Europa. Pero se fueron comunicando. Y sus ideas nacionalistas trascendieron las fronteras. Desde entonces, otros grupos las han tomado como propias, y las adaptaron a sus circunstancias. A su vez, las ideas adaptadas volvieron a su lugar de origen y los que las habían originado encontraron que eran mejores.
De esta manera, el intercambio entre los pueblos consiguió hacer cada vez más fuerte la idea de que los pueblos deben mantenerse aislados para poder mantener su identidad.

La muerte impedida

Sócrates se murió. Y aceptó su muerte. Pero quedan sus ideas, que llegaron hasta nuestros días. Hoy siguen hablando. Se puede discutir su pensamiento. Pero no se puede hablar con Sócrates.
Es una lástima que la vacuna contra la muerte no le haya llegado a tiempo. Es cierto, tal vez es gracias a él que algunos milenios más tarde la tenemos. Pero no parece justo que tantos ilustres como Sócrates no estén con nosotros, y hoy cualquier imbécil consiga la inmortalidad.
Es cierto, estamos acostumbrados a que no nos morimos. Fue un enorme anhelo de nuestros antepasados, que no lo llegaron a conseguir. Sólo lo tenemos nosotros. Por algo se empieza. No me molesta que algunos individuos con mérito consigan ser inmortales. Pero sospecho que hay que merecerlo.
Por eso me opongo a que la vacuna contra la muerte sea obligatoria. Me parece un desperdicio no de vacunas, sino de espacio. Hay gente que apenas hace algo con lo que dura una vida estándar, no vale la pena quedarse más tiempo que el que uno puede aprovechar.
Está bien. Me parece razonable que la vacuna sea libre, que para acceder a ella no haya que pasar determinadas pruebas de aptitud, porque no hay prueba objetiva posible. Pero déjenle a la gente la posibilidad de limitar su estadía. Estoy seguro de que hay unos cuantos que elegirían tener el curso normal de una vida. Después nos quedaremos nosotros, y sí, tal vez los extrañaremos, pero es preferible eso antes que forzarlos a estar vivos si no quieren.
Entonces, prefiero confiar. La gente sabe qué hacer con su vida. Y muchos saben también cuándo terminarla.

Mi tolerancia

Sepan que hay gente que no acepta lo que yo acepto. No todos son tan tolerantes como yo. Ojo, uso la palabra “tolerante”, pero no es que esas cosas que alguna gente no acepta y yo sí sean cosas que tenga que hacer un esfuerzo por tolerar. En realidad no me limito a tolerarlas, las acepto. Que es lo que dije en el primer momento.
Hay gente que no. No sé por qué, no sé en qué les afecta, pero no aceptan estas cosas que para mí son perfectamente aceptables y ni siquiera tengo que reprimir algún instinto de rechazarlas. Ellos son al revés. No sólo se les ocurre rechazarlas, sino que las rechazan. Algunos lo hacen en público, exhibiendo su intolerancia para que los demás lo sepan. Piensan que es un ejemplo para los demás, y creen que los que aceptamos esas cosas estamos locos.
Yo no soy de ésos. Yo soy mucho más abierto. Lo pueden ver en esto que estoy diciendo. Yo no rechazo esas cosas que rechazan los demás, y que sé que ustedes tampoco rechazan. Sé que el zeitgeist está de mi lado, y estoy contento de que por fin me haya alcanzado. La verdad, no sé por qué se demoró tanto. Estaba tan mal informado que no me daba cuenta de que me salía de la norma. Por suerte eso se corrigió y ya está, ahora somos mayoría los que aceptamos estas cosas. Y estoy contento.
Aunque quedan algunos que todavía rechazan todo eso. Queda claro que yo no soy de ésos. Me parece que tenemos que hacer algo. Convencerlos, o destruirlos. Pero lo tenemos que hacer todos juntos, desde la fortaleza que nos da tener razón.

Viajar para adentro

Escribir puede describirse como viajar, sin embargo, a menos que escriba en un vehículo en movimiento, uno nunca se va del lugar donde está. No es salir de excursión, sino de incursión. Es un viaje a uno mismo.
Es un viaje interno, no geográfico, a los confines de las ideas. Pueden ser propias o ajenas. En realidad, siempre es a las propias. Los viajes a ideas ajenas se hacen a través de la idea que uno se hace de esas ideas, y se explora eso. Pero parece que está metiéndose con ideas de otras personas, del mismo modo que escribir puede dar la ilusión de viajar a otros lugares.
Es un safari por los pensamientos, los mismos que uno tiene siempre, pero prestando atención a su funcionamiento. Uno es su propio guía, y tiene que señalarse en los puntos panorámicos. A veces, los pensamientos puros son difíciles de ver, y es necesario tentarlos con ejemplos para que aparezcan.
Si se presta atención, se podrá descubrir cosas que no se sospechaba que existían. Hay que ayudarse con la percepción. Del mismo modo que uno es lo que come, el pensamiento es lo que percibe y procesa. Hay diferentes niveles para descubrir, pensamientos cruzados que compiten entre sí, engaños que se aplican sobre sí mismo. Hay que cuidar de no ser atrapado por alguno de esos engaños durante el tour.
Se puede seguir distintas líneas de pensamiento, interactuar con ellas, tratar de aplicarlas a diferentes cosas que se puede llevar, o incluso a sí mismas. Conviene probar distintas combinaciones. Con un poco de suerte, en una de ésas se tiene el privilegio de presenciar la generación de un pensamiento nuevo. El escritor tiene que estar muy atento a esos quehaceres, y registrarlo rápidamente en sus notas. Si no lo hace, más tarde correrá el riesgo de no poder reproducirlo, y el pensamiento quedará en el mismo limbo donde van los estornudos abortados.
Uno nunca llega a conocerse del todo, siempre hay recovecos por explorar, experimentos para hacer. Por más veces que uno visite sus pensamientos, siempre conservará la capacidad de sorprenderse, siempre y cuando su cerebro conserve la capacidad de sorprenderse.
Pero cuidado. Puede ocurrir que, después de muchos viajes, uno vaya demarcando senderos, que le permitan hacer recorridos habituales y seguros. No llevan a nada original. Es necesario desviarse de esos senderos, agarrar el machete y mandarse hacia lo desconocido.

Nos aparece

Nos aparece
al mismo tiempo
la misma idea
podemos juntarnos
y ejecutarla
pero es poco
la idea es secundaria
al lado del dato que tenemos
de pronto
si estamos en lugares distintos
nos llega la oportunidad
de triangular
para saber
de una vez
de dónde vienen las ideas.