El insecto perseverante

Los insectos caen al agua y se resignan. Es el final de su vida, no pueden hacer nada. Algunos nadan un poco, para pronto detenerse y contemplar el infinito. Unos pocos son, luego, rescatados por un sacabichos que viene desde arriba, los levanta por los aires y los arroja contra el pasto. Tienen, entonces, una segunda oportunidad después de haber visto de cerca la muerte.
Pero unos pocos insectos son distintos. No esperan que venga el sacabichos a salvarlos. Mueven sus patas y alas con gran vigor, dispuestos a encontrar la manera de salir del agua, o por lo menos de mantenerse a flote el mayor tiempo posible. No morirán sin pelear antes. Y la gran mayoría de ellos termina sus días exhausto, sin poder hacer nada para sobrevivir.
Son excepcionales los que logran, a fuerza de perseverancia y tenacidad, levantar vuelo desde el agua. Ellos son los más fuertes, los de mayor carácter, los que saben valorar la vida. Y es justo que sean ellos los que pasan sus genes.
Tal vez ayudando a los insectos resignados estamos demorando un proceso natural. Tal vez nos convenga sacar del agua sólo a los insectos que lo merecen: aquellos que pelean por su vida, que ven que vale la pena seguir intentando porque no todo está perdido. Nosotros, con nuestros instrumentos con los que nos gusta jugar a ser dioses, somos los grandes igualadores. Gracias a nuestra intervención, todos los insectos que rescatamos siguen viviendo, aunque no hagan nada para lograrlo.

El final de la cucaracha

A pesar de que tuve una participación crucial en el desenlace, lo hice sin darme cuenta. Sólo puedo reconstruirlo después, a partir de la evidencia.
Cuando prendí la luz del baño, observé un movimiento inesperado. “Claramente no estoy solo”, pensé. El tamaño de lo que se movía dejaba claro que era una cucaracha. Pero bueno, estaría escondiéndose, ciertamente no la vi más. Decidí no molestarla. Me limité a tomar nota de que era necesario mejorar la fumigación.
Después de unos segundos, no pensaba en ella. Cada tanto me volvía cierta consciencia de que había una cucaracha en el mismo ámbito que yo. Eso no es agradable. Pero no me ponía nervioso, porque pensaba que probablemente nunca estuviera muy lejos de una cucaracha, aunque no lo supiera. La diferencia de esta vez es que lo sabía.
Entonces cada tanto me sobresaltaba un poco, y después se me pasaba. Me dediqué a leer mi libro en paz. Hasta que llegó el momento de levantarme. Ahí fue cuando observé algo extraño. Al lado del mi pie había algo parecido a una cucaracha. No tenía el tamaño, sí el color. Y me parecía que antes no estaba.
No me había dado cuenta porque tenía puestos los zapatos. Di vuelta el pie en cuestión y me encontré con los restos aplastados de una cucaracha en la suela.
Pero no la había intentado matar. Lo que había pasado, en apariencia, era que la cucaracha se había colocado intencionalmente en el espacio entre mi pie y el suelo. ¿Un suicidio? ¿Quiso estar a la sombra? ¿Quiso abrigarse de algún modo? Nunca lo sabré. Sólo puedo deducir que en algún momento levanté el pie y lo volví a apoyar, y ése fue el final de la cucaracha.

Amor a la cucaracha

Quiero besarte, cucaracha. Quiero agarrarte de las patas, ponerme frente a vos y besarte. Besar tus pinzas, besar tus antenas. Quiero que nos miremos a los ojos y nos digamos, en cualquier idioma que tengamos en común, que nos queremos. Que nos protegeremos y que nunca nos separaremos.
Quiero ser parte de tu vida y que estés en la mía. Quiero abrazarte, no muy fuerte, pero lo suficiente para que sientas mi amor. Quiero protegerte, mantenerte lejos de los peligros. Quiero que confíes en mí, que sepas que siempre podés contar conmigo, y que voy a estar de tu lado.
Quiero presentarte a mi familia. Sé que les va a costar aceptarte, que van a intentar que me deshaga de vos. Pero no lo van a lograr. Porque antes quiero ocuparme de construir lo nuestro. Que las cosas que nos unen sean más que las que nos separan.
Quiero que me conozcas. Que recorras mi cuerpo y lo sientas íntimo. Que el mío sea el único cuerpo que quieras conocer. Mi cuerpo será tuyo, y tu cuerpo será mío. Quiero que aceptes que estamos destinados a estar juntos por el resto de nuestros días.
Pero me ignorás. Cada vez que prendo la luz para verte, salís corriendo. Parece que me tuvieras miedo. Yo sé que en realidad es miedo a lo nuestro, al compromiso. Lo entiendo. Creeme. Pero no puedo ir hacia tu oscuridad. No quepo en esa rendija. Ése es un esfuerzo que vas a tener que hacer vos. Sabés que tenés mi apoyo. Te prometo que, si salís de ahí, sólo van a pasar cosas buenas.