La unión hace la fuerrza

La R no es una letra más. Es la única letra que necesita potenciarse a sí misma. Algunas letras requieren de otra para poder usarse, como la Q necesita a la U. La H adquiere sonido al combinarse con la C. La R no necesita otra letra. Pero se necesita a sí misma para poder llegar a su máximo esplendor.

Una R sola no tiene un gran impacto. Ni siquiera es digna de su nombre. Es una “ere”. Hasta la pronunciación de “ere” muestra timidez. La “ere” es algo pusilánime. Sólo cuando comienza una palabra cobra vida por sí misma. En todos los otros casos queda débil, sin mayor influencia sobre el ritmo de una oración. Queda cerca de ser prescindible.

Pero cuando una R es acompañada por otra R, es otra cosa. Ambas se potencian. Se dan fuerza una a otra, y el conjunto resuena, repiquetea como el corte de un serrucho. R con R forman “erre”. Las palabras con erre tienen otro sabor. Adquieren un trémolo que las hace vibrar de otra manera. La R rompe la monotonía del habla, pero sólo cuando está junto a otra R.

Dos R juntas hacen que la R llegue a su máxima expresión.

Septiembre sin P

Muchos lo aceptan. No les molesta que septiembre pierda su P. Para ellos es lo mismo decir setiembre. Está bien. Son gustos. Pero no es sólo una cuestión de gustos, ni una objeción del reflejo conservador. Aceptar la pérdida de la letra que más personalidad le da a la palabra es un síntoma de una resignación más general.
No sería lo mismo si la que se busca eliminar fuera la B. Podríamos decir septiemre y nuestra vida sería igual. Pero septiembre es otra cosa. Ese diptongo de consonantes es la vida de septiembre. Es la P de primavera. Es la P de la pausa que ella misma provoca, y que permite saborear septiembre mientras lo decimos.
Es cierto que septiembre ya no es el séptimo mes, y que entonces no necesitamos indicarlo desde el nombre. Pero esa no es la razón, y lo sabemos porque el diptongo se conserva en octubre. Es alguien, o alguna nacionalidad, que por cualquier motivo ha decidido que era mejor una pronunciación insulsa. Tienen derecho a hacerlo, pero no tienen por qué imponerlo a los demás, del mismo modo que los defectos de pronunciación no tienen por qué traducirse a la escritura y borrar en el camino parte de la etimología de la palabra.
Los peligros no se terminan ahí. Aceptar setiembre es decidir que no nos molesta la usurpación. Sentamos precedente para que nos quiten otras cosas, porque no reaccionamos a tiempo. Debemos resistir. La P es simbólica. Su resistencia será nuestra resistencia. Queremos prolongar la batalla sobre la P, para que las fuerzas que nos quieren privar de todo vean que no les es fácil, que no nos resignamos a entregar lo que se les ocurra. Así, cuando vengan por alguna otra cosa, sabrán que somos tenaces, y lo pensarán dos veces.
No es septiembre el que necesita la P. Somos nosotros.

Escribo siempre la misma frase

Escribo siempre la misma frase.
Escribo siempre la misma frase.
Escribo siempre la misma frase.
Escribo siempre la misma frase.
Escribo siempre la misma frase.
Después de un rato de escribir la misma frase, tengo un bloque de texto con espacios que forman columnas huecas. Las eles minúsculas forman pilares que unen todo lo posible cada renglón. Si escribo suficiente, la primera instancia de la misma frase desaparecerá. Nunca volverá a verse. Es reemplazada por una exactamente igual, que tiene abajo otra igual a la que tenía abajo la primera, que es la misma que está primera ahora. Las frases son partículas intercambiables. La ausencia de la primera no se nota. No vuelve más abajo. Las frases nuevas, aunque son iguales, cargan con todo el peso de las frases anteriores, también iguales. No es lo mismo leer las primeras catorce instancias que leer de la segunda a la decimoquinta. Parece lo mismo, y la experiencia que uno tiene es exactamente igual, pero estamos dejando afuera, sabiéndolo o no, a la primera de todos. La que no era igual a ninguna anterior, y que después se vio repetida. Pero después, de tanto ser repetida, pasó a ser una más. Nada la diferencia de las que la sucedieron. Es como la primera gota de un vaso de agua. Después se mezcla entre el agua que forma el vaso. Y si uno la saca, el vaso sigue estando exactamente igual. Nadie se da cuenta de que le falta una gota, ni de cuál gota es la que le falta. La gota se queda afuera, ya no es pionera, es sólo una gota que está ahí, manchando el mantel. Hay que pasar un trapo para que se la lleve, mientras el resto del vaso sigue ahí, radiante, mientras no le saquen suficientes gotas como para dejar de ser un vaso de agua y pasar a ser sólo un vaso.

Avión a reacción

Avión a reacción
avión a reacción
avión a reacción.
Casi puedo recordar tus caras extrañas
esa vez que me dijiste
que te ibas a casar pronto
y avión a reacción, pensé que el único
lugar solitario era la luna.
Avión a reacción (uu uu uuu uu)
avión a reacción (uu uu uuu uu).
Avión a reacción
¿fue tu padre tan estricto como un sargento mayor?
¿cómo es que te dijo que
casi no tenías la suficiente edad?
y avión a reacción, pensé que el mayor
era una dama activista por el voto femenino.
Avión a reacción (uu uu uuu uu)
avión a reacción (uu uu uuu uu).
Ah, madre, ¿quieres que el avión a reacción me ame siempre?
Ah, madre, ¿quieres que el avión a reacción me ame siempre?
Ah, madre, mucho más tarde.
Avión a reacción
con el viento en tu pelo de mil cordones
súbete atrás e iremos
a pasear en el cielo
y avión a reacción, pensé que el mayor
era una dama
activista por el voto femenino.